La Nueva Estrella de Oriente


Miguel Ángel Sánchez de Armas




En San Cristóbal de las Casas, durante el IV Encuentro Internacional de Historiadores de la Prensa, se demostró sin lugar a dudas y dentro del más riguroso marco científico, que el periodismo no es el pariente pobre de la historia y que los periodistas, en ocasiones sin querer y en otras a pesar nuestro, tenemos un papel importante para el estudio de las sociedades.


Tres días con sus noches sesionaron aquí investigadores llegados de universidades mexicanas y de una decena de países latinoamericanos y europeos. Durante el día en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Chiapas y por las noches en los variados centros de salud cristobalenses, las ideas y las reflexiones circularon profusamente. El papel de las mujeres en la prensa, los empresarios y editores, la caricatura, los medios en las regiones, los personajes de la redacción y el contexto cultural, económico y social del periodismo, fueron algunos de los temas abordados con no poca dosis de pasión en el encuentro organizado por los doctores Celia del Palacio y Sarelly Martínez, de las universidades Veracruzana y de Chiapas, respectivamente.


De casi cien trabajos a cual más sugerente -entre ellos el postulado de Benito Juárez para “hacer la guerra con la pluma” o la convicción de Ángel Pola de que el periodista es un “obrero de la historia” y que poco a poco iré compartiendo con los lectores de JdO- hoy rescato la nunca antes conocida y no por increíble menos verídica historia del sin lugar a dudas más extraordinario y singular de los periodistas mexicanos: Romualdo Moguel Orantes, conocido en su natal Chiapas como Don Ruma. Su historia fue rescatada por el doctor Sarelly Martínez, de la UACH.


De 1920 a 1956, don Ruma escribió, editó y distribuyó su propio periódico, La Nueva Estrella de Oriente, mejor conocido como La Estrellita. En esto, aquel periodista no se diferenció de muchos otros que decidieron echarse a espaldas todo el ciclo de producción cuando las circunstancias económicas, y particularmente las políticas, inhibían el libre ejercicio de la profesión. Y en esto vaya que don Ruma tuvo éxito. Al día de hoy su nombre se recuerda en certámenes, engalana a clubes de la pluma y es sinónimo de valentía y honradez. “Es el paladín de los periodistas chiapanecos”, dice en su trabajo el doctor Martínez.


¿Qué lo distinguió entonces de otros aguerridos y comprometidos informadores? Que durante 36 años don Ruma circuló con regularidad entre los lectores chiapanecos ¡el único periódico manuscrito de que se tenga noticia! (Ese es compromiso y no fregaderas, digo yo). El doctor Martínez lo describe con propiedad: “Su actividad, llevada a cabo con constancia, obsesión y mucho de locura, fue apreciada en su tiempo” y hoy una asociación de poetas lleva su nombre. “Si se revisan sus textos, sin embargo, nos encontramos con párrafos ilegibles, con desconocimiento de la gramática y la ortografía. Sus defensores señalan que don Ruma construía esos párrafos para mostrar su rebeldía al sistema político mexicano”.


Romualdo Moguel nació en Chintalapa y a los 20 años emigró a la ciudad de México, en donde fundó su propio periódico, Diario de un Tuxtleco, en 1911. Fue huésped de La Castañeda. Regresó a Chiapas y emprendió varios negocios. En 1921 contendió por la Presidencia Municipal de Tuxtla y es entonces cuando establece, como órgano de campaña, La Estrellita. Pierde la elección mas persiste y, con su propio partido, el “Filosófico político”, disputa la senaduría, aunque también sin éxito. “Después de su derrota (…) decide dedicar su vida a exhibir a los políticos corruptos”, y esto lo lleva a cabo con la edición manuscrita de su periódico, ya que no tenía los recursos para costear la impresión. “Aunque se dedicó al periodismo con fervor, le confesó a Marcelina Galindo Arce que lo que en realidad quería ser era Presidente de la República”, pues se consideraba un hombre honrado.


Continúa Sarelly Martínez:

“La Nueva Estrella de Oriente era impresa en el papel que tuviera a la mano su editor: podía ser papel periódico, estraza, bond, de china, pero el que prefería don Ruma era el cebolla. Sus dimensiones y el número de sus columnas también eran muy variables. Eso dependía del tino de don Ruma para recortar el papel y su humor para dividir el pliego en columnas. Hay ejemplares de diez columnas y otros de una sola. Sus páginas, eso sí, no rebasaban la primera plana. En eso era ortodoxo. El tiraje era variable: de 15 a 100 ejemplares. Sus ediciones también: cuando sentía que así lo ameritaban los acontecimientos y sus pensamientos, sacaba números extraordinarios: al mediodía y por la tarde (…) La distribución la llevaba a cabo el propio editor. Iba al Palacio de Gobierno, Presidencia Municipal, Alameda, hoteles, refresquerías y casas particulares. Sus destinatarios eran reacios a aceptar La Estrellita. Por eso, con comedimiento tiraba la hoja manuscrita a los pies del potencial lector al tiempo que gritaba: ‘¡La calavera!’ De 1922 a 1950, La Nueva Estrella de Oriente se repartió gratuitamente. Después impuso el precio de cinco centavos, con el agregado de que el editor lo leía a los compradores.”


No faltó entonces quien comparara a don Ruma con un Quijote chiapaneco, pues como el de La Mancha, éste había perdido la razón. Mas igual que aquél, llamó la atención de sus contemporáneos. Enrique Aguilera Gómez, Santiago Serrano, Héctor Cortés Mandujano, Rosario Castellanos y Carlos Ruiseñor Esquinca, escribieron sobre el personaje.


Yo, por mi parte, creo que la carrera de Romualdo Moguel confirma que de médico, periodista y loco todos tenemos un poco. Y que más vale ser un orate limpio y luchador, que un cuerdo facineroso. Creo que Sarelly Martínez coincidiría en esto conmigo. Le voy a preguntar.





sanchezdearmas@gmail.com
(20.04.07)





Historiar a los medios


Miguel Ángel Sánchez de Armas



Cuando se habla o se escribe sobre la necesidad de hacer la historia de los medios, es muy raro que alguien se pregunte para qué.


No es que el tema no provoque preguntas, o que se conozcan todas las respuestas posibles, sino que la sola y suprema idea de la erudición apaga muchos cuestionamientos que podrían llevar a una mayor reflexión, no sólo sobre éste sino acerca de muchos temas que tienen que ver con los medios.


No necesito convencerlos a ustedes de la importancia que tiene consignar los hechos sociales, y la comunicación es uno de los mas relevantes. Es justamente en esta circunstancia que radica la justificación de historiar los medios. En que desde su nacimiento, se trata de una tarea que rebasa con mucho los asuntos gremiales o características del desempeño de una profesión. El funcionamiento de los medios tiene que ver con la evolución de toda una sociedad e interesa, por tanto, a todos los miembros de ella.



Resulta un tanto paradójico que muchas historias tienen su razón de ser en el anhelo de erudición, en la obstinación de muchos historiadores por recuperar el desarrollo del comportamiento humano y, sin embargo, sobre todo en el terreno de las ciencias sociales, el registro histórico ha caído en el descrédito. A estos estudios se les considera poco serios, escasamente contribuyentes al crecimiento del conocimiento científico si no realiza aportaciones teóricas.


Me parece que esta es una falsa confrontación. Una concepción mal entendida de los aspectos teóricos y prácticos en cualquier disciplina. Lo que no podemos eludir es que esta concepción, y quizá escisión, entre teoría y práctica ha resultado no sólo en seguidores sino también en productos de la ciencia.
Así, tenemos para el ámbito de la comunicación una gran cantidad de estudios de carácter teórico. Raúl Fuentes Navarro, investigador del ITESO, se ha dado a la tarea de analizar los estudios sobre comunicación y señala el predominio de las investigaciones de carácter teórico. Este bien puede ser, como lo he señalado en el libro Apuntes para una historia de la televisión mexicana, secuela de nuestra herencia antipositivista de mayor arraigo en el campo de las ciencias sociales.


Pero seguramente tiene que ver también con una inclinación que Elías Canetti señala como inquietante y es la tendencia humana hacia lo que le es más lejano o ajeno y una especie de menosprecio por lo más cercano.


El hecho es que tenemos mayor inclinación por los estudios teóricos. Pero eso sólo es el qué en los estudios sobre los medios, pero no responde al para qué hacer la historia de los medios. Volvería sobre algunas de las ideas anteriores para responder.
Los registros históricos nos proveen de los datos de la evolución humana en una actividad específica con un nivel de detalle que nos es mucho más cercano, pero que por esa misma razón, tiene una gran capacidad de envolvernos en la reflexión sobre ese quehacer. Es decir, considero que la utilidad práctica que los estudios historiográficos tienen para la teoría es mucho mayor de lo que se piensa.


Otro aspecto que ya adelanté es el del involucramiento social que existe en el funcionamiento de los medios. Se trata, por decirlo de algún modo, del ejercicio social de la comunicación, que no existe sin sus lectores, oyentes o espectadores, incluso ahora sin sus cibernautas. Así que las características que a lo largo del tiempo van mostrando los medios, nos hablan también de una evolución social, que es la que legitima el funcionamiento de los medios.


Una razón más para hacer la historia de los medios, me parece que debe ser, porque así la he vivido, el placer de hacerla. Todos sabemos que los hechos sociales se suscitan y se acumulan en el tiempo y eso no los hace historia sino simplemente eso, hechos sociales; cuando alguien se toma el trabajo de recuperarlos, consignarlos, organizarlos y ofrecerlos como una aportación al conocimiento se convierten en objeto de estudio. Este proceso de conversión de hechos a objetos de estudio, en comunicación como en casi todas las áreas del conocimiento, sigue estando regido por el interés individual del investigador, por el placer que le produce investigar un tema y no otro, por la elección científica que responde a los gustos personales más que a dictados de prioridad.


Bien afirma Marc Bloch, el notable historiador francés fusilado en 1944 por los alemanes, que “antes que el deseo de conocimiento, el simple gusto; antes que la obra científica plenamente consciente de sus fines, el instinto que conduce a ella”. Yo podría poner en esas palabras de Bloch el espíritu que ha animado al trabajo que me propuse con la fundación de la Revista Mexicana de Comunicación: recoger la teoría y la práctica de los medios en México. Ese mismo impulso, compartido con varios colegas, tuvo otro fruto: el libro Apuntes para una historia de la televisión mexicana, donde lo que más importa es la recuperación de los hechos, donde, a veces con dificultad, tuvimos que despojarnos del calificativo para mostrar los hechos que se han ido concatenando por casi cincuenta años para construir la televisión que ahora tenemos y que siendo tan reciente, es una historia que no conocemos o que ya olvidamos.


Pero además de saciar nuestro gusto y nuestras inclinaciones intelectuales, nuevamente acudo a Bloch: “Siempre nos parecerá que una ciencia tiene algo de incompleto si no nos ayuda, tarde o temprano, a vivir mejor”. Es cierto y me parece que uno de los resultados a los que nos llevará atender la construcción de la historia de los medios, será la comprensión del desarrollo progresivo de los medios y su impacto social. Generalmente estos esfuerzos de recuperación de datos llevan a la clasificación, porque permiten agrupar características y ello conduce al señalamiento de etapas o tendencias. Está claro que en cada medio que se estudie adquirirá rasgos distintos. De lo que no hay duda es que trabajos de este tipo nos ofrecerán información sobre la producción, consumo y transformación de medios en una sociedad.



* Texto presentado al IV Encuentro Internacional de Historia de la Prensa en
Iberoamérica, 1792-1970: “La investigación hemerográfica como paradigma de interdisciplinariedad”.

El muro (II)

Miguel Ángel Sánchez de Armas




¡Lo dije! Lo dije aquí mismo antes que cualquier otro analista. Pero, ¡Helas!, nadie es profeta en su tierra. Fox no me hizo caso y ya se ve cómo le está yendo en su condición de “ex”. Bush Jr y sus asesores me ignoraron olímpicamente y ahora andan con rechinar de dientes y tronar de huesos en busca de una mano de gato que les saque las castañas del fuego. Diablos, no tengo más remedio que citarme a mí mismo para que no se pueda decir que no lo advertí a tiempo. Hace exactamente un año, cuando los republicanos creían tenerlas todas consigo y de este lado nuestros padres de la Patria lanzaban declaraciones y esgrimían boletines de prensa ante el problema, escribí:

“… es un error protestar por el muro. Al contrario, debemos exigir que se levante a lo largo de toda la frontera. Y no doble, sino triple y de ser posible cuádruple. En las actuales condiciones del mercado mundial de acero esto sería una bendición para las siderúrgicas mexicanas (ni modo que los gringos compren lámina en China) y se crearían miles de empleos bien pagados en Coahuila, Nuevo León, Michoacán, Veracruz y Yucatán, donde están nuestras plantas más importantes.


“Pero eso no es todo. Poco después de venderles el acero, llegarían emisarios confidenciales para suplicar por acuerdos de trabajo temporales para integrar los escuadrones de varilleros, soldadores, laminadores, alambreros y chalanes que levantar un muro de acero de tres mil kilómetros exige… porque nadie cree que los güeros de la guardia nacional vayan a poder, ¿verdad?”



Pues bien, bajo el encabezado “Multan a empresa del muro por usar indocumentados”, leo en Milenio el viernes 30 de marzo:


“La Corte Federal en San Diego, California, multó con 5 millones de dólares a la empresa que construyó el cerco fronterizo que divide a México de Estados Unidos y a su presidente por haber contratado a indocumentados mexicanos para levantar la barda.


“El juez federal Barre Moskowitz multó a la firma Golden State Fencing con 4 millones 700 mil dólares, y a su directivo, Melvin Kay, con 200 mil dólares, por dos cargos de contrato de trabajadores inautorizados en el país.


“El empresario Kay tendrá además que permanecer en encierro domiciliario 180 días y proporcionar mil 40 horas de trabajo comunitario, en cualquier lugar que lo requiera el gobierno del condado afectado.”


Resulta además que don Melvin, quien es también inmigrante a la tierra de los dólares, dijo en su defensa que jamás explotó a sus trabajadores ni les negó servicios de salud y otros beneficios. Vaya, vaya. Qué bonito.


¿Alguien se ha puesto a pensar por qué Bush Jr dijo en su discurso en Mérida que buscará un acuerdo para trabajadores migrantes? Pues por que con lo del muro le pasó lo que la abuelita de Lincoln siempre decía: “Don’t take no bites that’s too big to swallow, son!” Primero convenció a sus compatriotas, a sus diputados y a sus senadores de que Saddam tenía “armas de destrucción masiva”; luego les hizo creer que el verdadero peligro era la “amenaza mexicana”; ahora no sabe qué hacer para cumplir ni allá ni acá.


Así que insisto en lo que propuse hace 12 meses: hay que ayudar a construir el dichoso muro: “Al final, el tortilla wall sería un obstáculo formidable para el narcotráfico. El precio del crack en Nueva York, Washington, Boston y Seattle se iría a las nubes; la Acapulco Golden escasearía en Beverly Hills, Vermont, Cape Cod y Miami… el electorado se alzaría en armas y en las siguientes elecciones el Partido Republicano pagaría las consecuencias. Entonces, ya desde una posición de fuerza, nos sentamos a negociar en serio con los demócratas los términos de una nueva relación.” Tan, tan.


(A petición popular Juego de ojos toma un respiro. Nos reencontraremos el jueves 10 de mayo. Gracias.)


sanchezdearmas@gmail.com
(30. 03.07)