Del placer de la lectura

Miguel Ángel Sánchez de Armas


Hay escritores que fulguran desde la primera letra del primer párrafo de la primera página de sus textos. Vasconcelos sostenía que esos libros deben leerse de pie. Yo digo que no pueden ser abiertos impunemente. Un momento cualquiera vamos por la vida atendiendo nuestros propios asuntos y en el siguiente, ¡zas!, un tono de voz, un aroma, un roce de piel… o el primer párrafo de un libro, tienen en nosotros el efecto de un rayo y ya no volvemos a ser iguales.


La correspondencia espiritual con lo impreso ha sido materia de largas y espléndidas disquisiciones. Dice Henry Miller que el libro enriquece al que se apodera de él con toda el alma. Goethe sostenía que al leer no se aprende nada, sino que nos convertimos en algo. Edmundo Valadés vivió convencido de que el libro que uno desea con toda el alma siempre encuentra el camino hacia nosotros y, una vez hallado, nos libera para siempre de la soledad.


Un mar de tinta y una montaña de papel no bastarían para consignar todo lo que puede escribirse acerca de lo que Robert Darnton llamó El coloquio de los lectores, y yo, las afinidades secretas. Sin embargo, hay seres que deambulan por la vida como autómatas, hijos de la pantalla chica, siervos del relumbrón, que voluntariamente cancelan la alegría y la vida mejor que sólo la lectura nos puede dar.


Máximo Gorki encontraba que al platicar sobre sus lecturas las distorsionaba y les agregaba cosas de su propia experiencia. Y ello ocurría porque literatura y vida se le habían fundido en una sola cosa. Para él un libro era una realidad viviente y parlante. Menos una “cosa” que todas las otras cosas creadas o a crearse por el hombre. Ya mayor y reconocido, el autor de La Madre narró, en un ensayo luminoso, cómo aprendió a escribir. Hoy comparto con usted una porción de aquella memoria:


“Cuando tenía alrededor de veinte años empecé a entender que había visto, oído y experimentado muchas cosas sobre las cuales debía hablar a otra gente. Me pa­recía que comprendía y sentía ciertas co­sas de una manera distinta que los de­más. Esto me preocupaba y me ponía inquieto y locuaz. Aun cuando leía a un maestro como Turgueniev, pensaba algu­nas veces que yo podría narrar las histo­rias de los protagonistas de Los relatos de un cazador en una forma distinta a la de Turgueniev. En ese entonces ya era yo considerado un relator de cuentos intere­santes para los estibadores, panaderos, vagabundos, carpinteros, ferroviarios, ‘peregrinos a lugares sagrados’, y en ge­neral la gente entre la que vivía me escu­chaba con atención. Cuando les relataba libros que había leído me encontraba más de una vez con que estaba contándolos en forma diferente, distorsionando lo que había leído, agregándole algo sacado de mi propia experiencia. Esto ocurría por­ que, para mí, literatura y vida se habían fundido en una sola cosa; un libro era el mismo tipo de manifestación de vida que un hombre; un libro era también una rea­lidad viviente y parlante, y era menos una ‘cosa’ que todas las otras cosas creadas o a crearse por el hombre.


“Los intelectuales que me escuchaban me decían: ‘¡Escriba! ¡Trate de escribir!’


“Tenía miedo de escribir prosa porque me parecía que la prosa era mucho más difícil que el verso. La prosa exigía una mirada excepcionalmente aguda, la capacidad de ver y observar cosas invisibles para los demás y cierta disposición excepcionalmente compacta y potente de las palabras. Pero a pesar de todo ello traté igualmente de escribir prosa, aunque prefería la prosa rítmica porque descubrí que escribir la prosa corriente estaba fuera de mi alcance. Empecé a escribir debido a la presión que ejercía sobre mí una ‘vida de pobreza y tristeza’ y porque tenía tantas impresiones, que no podía dejar de escribir. La primera razón me indujo a tratar de introducir en esa ‘vida de pobreza y tristeza’ productos de la imaginación tales como El halcón y el erizo, La leyenda del Corazón ardiente, El petrel de Tonnen - tas, y la segunda razón me indujo a escribir historias de carácter realista como Veintiséis hombres y una muchacha y Los Orlov.


“Mis impresiones provenían tanto directamente de la vida como de los libros. La primera clase de impresión la podemos comparar con la materia prima y la segunda con artículos semi manufacturados. O, diciéndolo más toscamente para hacerlo más sencillo: en el primer de caso yo veía frente a mí un buey y en el segundo su cuero hermosamente curtido. Debo mucho a la literatura extranjera, especialmente a la francesa.


“Mi abuelo era áspero y avaro pero yo nunca lo había visto y comprendido tan bien como lo vi y comprendí después de leer la novela de Balzac Eugenia Grandet. El viejo Grandet, el padre de Eugenia, también es un avaro y en general muy pare­cido a mi abuelo, salvo que es menos inteligente y menos interesante.
“Comparado con el francés, mi viejo abuelo ruso, a quien yo no quería, decididamente ganaba en estatura. Ello no me indujo a cambiar mi ac­titud hacia él, pero fue para mí un gran descubrimiento comprobar que un libro era capaz de revelarme algo que yo no había visto o advertido antes sobre alguien a quien conocía.


“No recuerdo haberme quejado de la vida de mi juventud. La gente entre la cual empecé mi vida se quejaba mucho, pero yo notaba que lo hacían por astucia; quejándose esperaban ocultar su falta de deseo de ayudarse los unos a los otros, y por ello yo hacía lo posible por no imi­tarlos. Más tarde me convencí muy pronto de que la gente que más gus­taba de quejarse tenía escaso poder de resistencia, no podía o quería tra­bajar y, en general, gustaba de la vida fácil a expensas de los otros.


“La literatura extranjera me pro­porcionó abundante material de comparación y despertó mi admira­ción por la notable maestría con que describía a la gente de una manera tan viva y plástica, que me parecía que podía tocarlos. Además, los en­contraba siempre más activos que los rusos; hablaban menos y hacían más.”



Molcajeteando…


El domingo 15 de junio mi cuata Sagrario Cruz recibió la medalla “Gonzalo Aguirre Beltrán” que otorga el gobierno del Estado de Veracruz, por la difusión e investigación sobre la presencia africana en México y particularmente la de Veracruz.


Sagrario es una investigadora excepcional, una madre devota y divertida y una generosa amiga. Ella es uno de mis ejemplos de que cuando queremos, no hay altura que nos sea imposible alcanzar. Su trabajo ha sido reconocido principalmente en el extranjero, y ahora, afortunadamente, en su propia tierra. Cito sus palabras:


“Mis investigaciones se han hecho y dado a conocer gracias a la colaboración de mucha gente e instituciones: mi familia, amigos, mis profesores, la Universidad Veracruzana, el National Museum of Mexican Arts, el Museo de Historia de Monterrey, el National Hispanic Cultural Center de Albuquerque, el Museo de Orizaba, el IVEC, el African American Museum de Los Ángeles, Radiotelevisión de Veracruz, el Patronato del Museo de Antropología de Xalapa, el United Negro College Fund Special Programs, la TODA Fundation, por citar a los involucrados en tiempos recientes. Todos ustedes han colaborado de alguna manera para que yo pueda seguir con la investigación sobre la presencia africana en México. Les agradezco de corazón lo que han hecho por mí y los momentos en que me han dado su apoyo, asesorías y cálida compañía en esta chamba. Estoy muy contenta y me siento como una especie de ‘miss universo académica’ con mi medalla al cuello en lugar de corona.”


Enhorabuena. Isa debe estar muy orgullosa.



Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

25/06/08


sanchezdearmas@gmail.com



El deber del editor

Miguel Ángel Sánchez de Armas



El director de un medio es como un jefe de Estado. Lo que decide en la soledad de su despacho tiene consecuencias más allá de la empresa, pues los medios alimentan a la sociedad. Hace unas semanas publiqué extractos de la memoranda con que Manuel Buendía como director de La Prensa en 1963, acicateaba a los reporteros para alcanzar la excelencia profesional. Pero el responsable de un medio tiene además el deber de equilibrar las necesidades informativas con las exigencias empresariales, terreno harto delicado, y, confieso, difícil de transitar y de analizar. Un ejemplo de la vida real puede servir para acercarse a un tema que casi ningún director de medios querría abordar en público.


Debo a mi amigo Edmundo Murray el envío, desde Suiza, de la copia de la carta que el 26 de septiembre de 1882 el director de La Nación de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, dirigiera a José Martí –“una excelente muestra de que el trabajo de un editor puede ser censura o puede ser ayuda”- después de que abreviara un escrito del Apóstol por razones que se explican en el cuerpo del texto (y que tienen un timbre curiosamente actual 126 años después). No conozco la reacción de Martí. La carta fue publicada en La Argentina en Martí, de Raúl Rodríguez de la O:

“Muy señor mío: La necesidad de un corresponsal competente en este país, era sentida por nosotros desde hace mucho tiempo, pero escollábamos en la dificultad de encontrar the right man in the right place (“el hombre idóneo en el lugar idóneo”). Hoy creemos haberlo hallado en Vd., halagándonos la esperanza de que su primera carta será el punto de partida de relaciones recíprocamente gratas y recíprocamente convenientes.


“Dicha carta –la primera de Vd. a que he hecho referencia- ha sido leída en este país y los inmediatos con marcado interés, mereciendo los honores de la reproducción en numerosos periódicos, algunos de los cuales le han dedicado –y a su autor por consiguiente-, muy favorables comentarios. Digo a Vd. esto para demostrarle que puede Vd. contar, en estas regiones, con un público lector que sabe hacer plena justicia al talento y la preparación literaria; honrando, en sus producciones, al que se distingue, como Vd., por esas brillantes dotes.


“La supresión de una parte de su primera carta, al darla a la publicidad, ha respondido a la necesidad de conservar al diario la consecuencia de sus ideas, en lo relativo a ciertos puntos y detalles de la organización política y social y de la marcha de ese país. Sin desconocer el fondo de verdad de sus apreciaciones y la sinceridad de su origen, hemos juzgado que su esencia, extremadamente radical en la forma y absoluto en las conclusiones, se apartaba algún tanto de las líneas de conducta que a nuestro modo de ver, consultando opiniones anteriormente comprendidas, al par que las conveniencias de empresas, debía adoptarse desde el principio, en el nuevo e importante servicio de correspondencias que inaugurábamos.


“La parte suprimida de su carta, encerrando verdades innegables, podía inducir en el error de creer que se abría una campaña de ‘denunciación’ contra los Estados Unidos como cuerpo político, como entidad social, como centro económico, con prescindencia de las grandes lecciones que da diariamente a la humanidad esa inmensa agrupación de hombres, tan poderosamente dotados, como el medio en que se agitan, para todas las aplicaciones de la inteligencia, del trabajo y de las levantadas aspiraciones. Y tal no era en su idea. De otras secciones de su misma carta, como de trabajos suyos anteriores, se desprende –y no podía ser de otro modo- que sabe Vd. hacer, y hace, completa justicia a lo que hay de grande, de noble y de hermoso en ese país, estimando en lo que valen las enseñanzas que, en medio de todos sus defectos, ofrece al mundo en los detalles y el conjunto de su portentoso desarrollo.


“Suele sucedernos a los que escribimos para el público, que de pronto nos encontramos con que nuestra pluma ha trazado un cuadro que, aunque ajustado a la verdad hasta en lo más insignificante de sus líneas, y relativamente completo en sus detalles, no da, sin embargo, idea acabada de la realidad del conjunto, o es susceptible de darla equivocada, tal vez por falta de lienzo, posiblemente por escasez de tiempo, acaso porque creado en un medio determinante alegre y luminoso o en un extremo brumoso y triste, nos sale todo luz o todo sombra, cuando debiera ser la combinación armónica de sombras y de luces que es el rasgo característico de todo en el mundo y en la vida, ya se trate de hombres o de cosas, de tiempos o de hechos, de colectividades o de individualidades.


“Su carta habría sido todo sombras, si se hubiera publicado como vino, y habría corrido el riesgo innecesario, publicándola íntegra, de hacer suponer la existencia de un ánimo prevenido, y mal prevenido, cuando no se trataba más que de un efecto de circunstancias dichas, bajo la influencia de una sucesión de hechos ingratos, desarrollada en el periodo de tiempo abrazado por su carta.


“Lo dicho bastará para explicar el pensamiento y la intención que han presidido a la reforma de su primera carta en la forma de que se impondrá Vd. por el número de La Nación que se adjunta, y abrigamos todos aquí la seguridad de que hará Vd. a intención y pensamiento la debida justicia, conservándonos su buena voluntad y la valiosa cooperación que de su privilegiada inteligencia esperamos.


“Y que esa reforma no le induzca a Vd. en el error de creer que aspiramos a ver desaparecer por completo de sus cartas la censura y la crítica, la exposición de lo malo y de lo perjudicial. Muy al contrario. Lejos de desear poner trabas a su espíritu en ese sentido, queremos que lo deje en completa libertada, haciéndonos conocer lo bueno como lo malo en el orden político como en el moral, en el social como en el económico; pero cuidando siempre de que ni remotamente pueda atribuirse a efecto de la intención, lo que debe ser únicamente el resultado de los hechos. Las absolutas, en puntos controvertibles, no pueden ser la regla, sino la excepción en ciertos escritos que se avienen mal con la propaganda como objeto exclusivo de su producción, y que destinados a la colectividad por quienes tienen para con ésta especiales obligaciones, necesitan consultar hasta cierto punto sus inclinaciones, sin por eso esclavizarse a sus caprichos o dejarse llevar por sus debilidades.


“No vaya Vd. tampoco a tomar esta carta como la pretenciosa lección que aspira a dar un escritor a otro. Habla a Vd. un joven que tiene probablemente mucho más que aprender de Vd. que Vd. de él, pero que tratándose de una mercancía –y perdóneme Vd. la brutalidad de la palabra, en obsequio a la exactitud-, que va a buscar favorable colocación en el mercado que sirve de base a sus operaciones, trata, como es su deber y su derecho, de ponerse de acuerdo con sus agentes y corresponsales en el exterior acerca de los medios más convenientes para dar a aquella todo el valor de que es susceptible.


“Vd., con su clara inteligencia, me comprenderá fácilmente, llenando los vacíos que el correr apresurado de la pluma, he dejado seguramente en estas líneas, y me creerá cuando le digo que se le abre a Vd. aquí un vasto campo de honrosa y benéfica acción, dependiendo en Vd. únicamente el que sea él rico en halagüeños resultados. La Nación, con su circulación más grande que la de cualquier diario hispanoamericano, con la respetabilidad de que goza, y con la compañía que le ofrece en sus columnas, es el medio más poderoso que pudiera Vd. encontrar para hacerse conocer en América, sirviendo a los intereses de ésta, al par que los suyos propios. Me halaga la esperanza de que así lo comprenderá Vd. y será este un motivo más de que nuestras relaciones, tan cordiales ya por mi parte, sean duraderas, con lo que será el público el que más gane.”


Molcajeteando…

Ando con más magulladuras que Jim Caviezel en la película de Mel Gibson. En mala hora publiqué el chistorete de “Batman”. Mis amigas me dan la espalda y se niegan a pagar sus consumos en las cenas, cual tienen derecho desde que alcanzaron la igualdad con los hombres. Incluso lectores varones me han satanizado. ¡Ay de mí! Mi querida SGG, desde Barcelona, da voz al clamor en mi contra:


“El chiste que has reproducido al final de tu último artículo me parece muy denigrante para las mujeres. Quiero decirte que a mi me lo ha enviado una amiga y me he reído, incluso, pero cuando lo medité con mayor atención me di cuenta que nos hace flaco favor a nosotras. Así que como sé que tú eres un hombre respetuoso con las mujeres, cariñoso y amable, te pido que reproduzcas este comentario para que tus lectoras y lectores se enteren de que no me agradan ese tipo de burlas a las señoras.”


¿Qué sucedió? Pedí a mis asesores que discurrieran sobre el asunto. Me entregaron un informe en 136 folios que pronto publicaré en versión abreviada. Hoy sólo adelanto una de las observaciones: “Su error fue colocar a una mujer casada en papel de ‘Batman’. Comprenda que cuando Olive Schreiner publicó en 1866 su Vindication of the Rights of Women el mundo era victoriano y hoy no lo es más.” No entendí. En descargo ofrezco un chascarrillo feminista (espero que mis lectores varones no me crucifiquen):


Una pareja vacacionaba en una cabaña junto a un romántico lago. El varón decide tomar una siesta después de la pesca y ella (nótese que evito mención al estado civil) saca la lancha y en el tranquilo centro de las aguas se pone a leer. A poco llega un guardia forestal.


-Buen día, señora. ¿Qué hace usted?
-Leo, obviamente.
-Está usted en una zona vedada a la pesca.
-Lo siento, oficial. Leo, no estoy pescando.
-Sí, pero en su bote lleva el equipo necesario y en cualquier momento podría comenzar a pescar; así que me tendrá que acompañar a la comandancia.
-Si usted hace eso, lo acusaré de asalto sexual.
-¡Qué! Ni siquiera la he tocado.
-Es verdad, pero tiene usted todo el equipo necesario para ello y en cualquier momento podría comenzar…

-Que tenga buen día, señora. Adiós.



Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

18/06/08

sanchezdearmas@gmail.com



En defensa del periodismo

Miguel Ángel Sánchez de Armas



Nada hay tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado, dice la sentencia. En un memorable ensayo de 1938, Archibald MacLeish habla de cómo la poesía y la revolución política encuentran terreno común en un mundo cambiante. En 1949, Peter Hinzen inició su ensayo sobre el rearme moral con la reflexión de que “el mundo nunca conoció un ritmo tan acelerado como el actual. Y este ritmo se vuelve cada año más veloz. No conseguimos mantenernos al tanto. A menudo queremos escapar del exceso de impresiones que continuamente nos causan impacto, pero no es posible. Tampoco logramos protegernos de las contradicciones del mundo moderno. Todo esto nos hace sentirnos inseguros y amenazados.”


Ante el cambio, espíritu abierto. Las líneas Maginot (mentales) del status quo, las murallas chinas (mentales) del establisment y los muros de Berlín (mentales) del no se vale, sólo tranquilizan a la clase política que tan bien caracterizó Jesús Hernández Toyo. Entiéndase por “clase política” a la que tiene un grado de representación: la empresarial, la eclesiástica, la sindical, la electoral y la burocrática.


Uno de los “muros” edificados por esa clase tiene que ver con el rol de los medios de comunicación. Culpar al mensajero es un cómodo ejercicio. Preocupa registrar que con creciente frecuencia, en el discurso público hay un lavamanos de fallas propias y un traslado de responsabilidad a los medios que no ayudan, que no están con los buenos. “Si lo que publico es información de la carpa es porque el circo, con pésimos actores, está ahí en la realidad”, dice un personaje de Gore Vidal en Los años dorados. A fines de los treinta, Rotofoto publicó en portada una imagen de Vicente Lombardo Toledano (el demócrata) con el brazo derecho extendido, la palma hacia la cámara, y la leyenda: “El licenciado Lombardo Toledano intenta detener la circulación de Rotofoto”. Unos días después, huestes de la CTM, en legítima defensa de la clase trabajadora, destruyeron el taller en donde se imprimía la revista.


No hablo exclusivamente de México, ni de los tiempos que corren. En Rusia -antigua URSS- hoy la prensa y la televisión son chivos expiatorios. En los EUA la clase política cree que no ha logrado instaurar la felicidad universal a causa de las injustas críticas impresas y radiadas. John F. Kennedy (el demócrata), exigió a una convención de editores en 1961 una mayor dosis de patriotismo a la hora de ir a prensas. Hace 300 años el Parlamento inglés prohibió a los gacetilleros transcribir sus sesiones. A mediados del siglo XVIII, en la naciente república del norte, las tensiones entre la política y la prensa eran de tal magnitud que Benjamín Franklin publicó en The Pennsylvania Gazette el 27 de mayo de 1731, An Apology for Printers (En defensa de los impresores -hoy periodistas), proclama que a continuación reproduzco en sus partes centrales:

“Por ser frecuentemente censurado y condenado por diferentes personas al imprimir cosas que según ellos no deben ser impresas, he considerado en algunas ocasiones ofrecer una disculpa, y publicarla una vez al año para que se lea en todas esas ocasiones. […] Les pido a todos los que están enojados conmigo por los impresos que no les agradan, que consideren detenidamente estos detalles:
§ Las opiniones de los hombres son tan variadas como sus rostros; una observación bastante general como para ser un proverbio: hay tantos hombres como ideas.
§ El negocio del impresor tiene que ver sobre todo con la opinión de los hombres; la mayoría de las cosas impresas tienden a promover a algunos y oponerse a otros.
§ He ahí la peculiar desdicha de este negocio. Los impresores apenas pueden ganarse la vida con una actividad que probablemente no ofenda a algunos o quizás ofenda a muchos, mientras que el herrero, el zapatero, el carpintero, o el hombre de cualquier otro oficio puede trabajar de modo indiferente para personas de cualquier religión sin provocar ofensa alguna: el comerciante puede comprar y vender a los judíos, a los turcos, a los herejes e infieles de todo tipo y obtener dinero de ellos, sin ofender de modo alguno al más ortodoxo, o sufrir censuras u hostilidades.
§ Es tan ilógico para cualquier hombre o grupo de hombres, esperar sentirse satisfecho con todo lo que se publica, como pensar que nadie debe sentirse satisfecho sino el que lo imprime.
§ Los impresores son formados en la creencia que cuando los hombres difieren en sus opiniones, ambas partes deben tener la misma oportunidad de ser escuchados, y que cuando la verdad y el error están en igualdad de condiciones, la primera es siempre superior al segundo […].
§ No es razonable pensar que los impresores deban aprobar cada cosa que imprimen, y por lo tanto censurarlos por cualquiera de esas cosas […] Del mismo modo es ilógico lo que algunas personas afirman, que los impresores sólo deberían imprimir lo que ellos aprueban, ya que si se tomara tal resolución, y se pusiera en práctica, sería el fin a la libertad de escribir y el mundo no tendría nada que leer, salvo la opinión del impresor […].
[Sin embargo] los impresores continuamente rechazan buen número de cosas malas […]. Yo mismo me he negado a imprimir lo que justifique el vicio o promueva la inmoralidad, aunque dando satisfacción al gusto corrupto de la mayoría, pude haber ganado mucho dinero. También me he negado a publicar algo que pueda causar daño real a cualquier persona, sin importar cuánto me hayan tentado con ofertas de buena paga, y sin importar cuánta enemistad me he ganado con aquellos que me hubieran podido emplear. Muchos hoy me ven con resentimiento por haberme negado a publicar sus reflexiones personales o partidistas. En este asunto he hecho muchos enemigos, y la fatiga constante de negarme a sus peticiones es casi insoportable. Sin embargo el público que no está al tanto de todo esto, cuando el pobre impresor llega a hacer algo, ya sea por ignorancia o persuasión, que amerite ser culpado, no lo recibe con solidaridad o aceptación, como si no hubiera mérito alguno en su trabajo.


Concluyo con una fábula: Un hombre justo y su hijo viajaban al mercado de la ciudad para vender un asno. El camino estaba en malas condiciones, por lo que el señor iba montado en el asno pero su hijo marchaba a pie. El primer viajero que encontraron en el camino le preguntó al señor si no se avergonzaba de ir cabalgando y hacer sufrir al pobre chico caminando en el lodo; esto lo hizo subir al chico en la montura con él. No habían andado mucho cuando se encontraron con otro viajero que les dijo que eran dos tontos malagradecidos por montarse sobre aquel pobre asno en un camino tan malo. Después de esto el señor se bajó y dejó a su hijo cabalgar solo. El siguiente viajero que encontraron le dijo al chico que era un desvergonzado ventajoso por cabalgar de ese modo, y dejar a su padre andar a pie, y dijo además que el señor era un tonto por permitirlo. Entonces el señor le pidió a su hijo que se bajara y que caminaran juntos, y así continuaron hasta que encontraron a otro viajero que los llamó imbéciles por ir los dos caminando en un camino tan malo cuando llevaban con ellos un asno que podían montar. El señor ya no pudo más y le dijo a su hijo: ‘Hijo, siento mucho que no podamos complacer a todas estas personas. Lanzaremos al asno por el próximo puente y ya no nos causará más problemas.’


Si el señor hubiera llevado a cabo su decisión, probablemente lo hubieran llamado tonto por molestarse con las diferentes opiniones de aquellos que alegremente lo criticaban. Por tanto, aunque creo tener un carácter tan amable como el suyo, no pretendo imitarlo. Si bien respeto la variedad de temperamentos entre los hombres, y lejos estoy de tener la esperanza de complacer a todo mundo, aún así no dejaré de publicar. Continuaré mi negocio. No quemaré mi imprenta ni fundiré mis tipos.


Molcajeteando…


En la primera plana de The New York Times del pasado 3 de junio aparece, a dos columnas, una noticia que me retrocedió a las épocas doradas del periodismo de Estado -Pravda, Granma, El Nacional, The New York Times y muchos otros que por falta de espacio no consigno. Fechada en Moscú y firmada por Clifford J. Levy, la cabeza lee: “No es magia: los opositores de Putin son desaparecidos de la TV”.


Resulta que el otoño pasado, el analista político Delyagin se permitió criticar al camarada Putin en un programa de televisión grabado. Cuando la pieza fue transmitida, ¡milagro!, Delyagin (más bien su efigie) había desaparecido. Y si no fuera porque al borrador de pixeles se le escapó una toma en donde claramente se ven las piernas sin torso del analista, la nota podría haber sido plagiada de un capítulo del orwelliano 1984.


Por cierto, en la misma idea: cuando yo era un reportero joven, con alguna frecuencia me enteraba de que los ejemplares de tal o cual periódico o revista habían sido “comprados” (vulgo: confiscados con pago de daños) ya en el local del distribuidor, ya en el puesto callejero, para evitar la divulgación de alguna noticia incómoda. Eso era una estupidez a fines de los sesenta y hoy es conducta cuyo título la Ley de Imprenta me impide reproducir. Por ello me asombra la denuncia de que los ejemplares de El Universal del 9 de junio enviados a Durango nomás no llegaron, aparentemente para evitar que se supiera que dos señoras de la farándula se hospedaron en la mansión de un narco, quizá con el visto bueno del Gobernador.


¡Ay, Jesús Hernández Toyo, cómo te extrañamos!




Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

10/06/08


sanchezdearmas@gmail.com

El amigo americano

Miguel Ángel Sánchez de Armas




El 24 de abril pasado el Pentágono anunció la reactivación de la Cuarta Flota para patrullar aguas latinoamericanas, noticia que no tuvo gran repercusión en los medios pero que anticipa cambios de fondo en la política norteamericana en la región.


Según un análisis del Consejo para Asuntos Hemisféricos, (COHA), un “think – tank” establecido en Washington, esta medida pretende “robustecer la autoridad militar” de Estados Unidos como respuesta a la iniciativa brasileña para conformar un “consejo sudamericano de defensa”.


La administración de George Bush no se ha distinguido por procurar un acercamiento con sus vecinos al sur del Bravo. El peso de sus relaciones exteriores ha estado en la formulación de nuevos equilibrios geopolíticos en un mundo cuya polarización dejó de ser la de blanco y negro de la guerra fría para adquirir tonalidades que los estrategas norteamericanos parecen incapaces de comprender. El fortalecimiento de la Unión Europea, el surgimiento de una China orientada a los mercados, la migración a una cuarta etapa industrial en la Cuenca del Pacífico y las nuevas relaciones económicas y políticas en América Latina, los rebasaron.


Según el COHA, “tratándose de América Latina, la Casa Blanca sencillamente no comprende”. En el análisis difundido la semana pasada, el centro de estudios sostiene que la falta de atención del gobierno de Bush hacia Latinoamérica “ha provocado una debacle en años recientes. Ni la Casa Blanca ni el Departamento de Estado tuvieron expertos en asuntos de la región en posiciones clave. Por ejemplo, pese a su ascendencia jamaiquina, Colin Powell no tuvo mayor interés en la región cuando fue Secretario de Estado”. Según el estudio, las relaciones de Washington con los países latinos fueron operadas por “halcones con prejuicios anticastristas y antichavistas”. Cita que las giras del Condoleeza Rice a Brasil, Colombia, Chile y El Salvador en abril del 2005; del presidente Bush a Brasil en marzo del 2007 y del secretario Rumbsfeld a Paraguay en el 2005, “fueron para la foto” y poco contribuyeron a mejorar las relaciones continentales.


Es en este contexto que la Cuarta Flota se reactiva a partir del primero de julio próximo. Estará al mando del Vicealmirante Joseph Kernan, actual titular de la Unidad Especial de Guerra Naval y tendrá como nave insignia al portaaviones nuclear “USS George Washington” y quizá once naves además de la flota de apoyo.
El Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security) creado en respuesta a los atentados del 11 de septiembre, participará en el diseño de la estrategia de las operaciones de la flota, para la cual se requerirán nuevas facilidades portuarias en costas latinoamericanas. Ahora que Ecuador anunció que no renovará el arrendamiento de la base naval en Manta, hay negociaciones con Perú y con Colombia para establecer otras en territorio de esas naciones, aunque muy probablemente sea Panamá la subsede de la Cuarta Flota. El propósito es crear un mar Americanus en el hemisferio.


Como nota al calce, quien crea que el Pentágono ha olvidado que los mejores resguardos navales del mundo están en Baja California, no conoce a nuestros primos. Pronto he de narrar cómo el general Cárdenas impidió la entrega de una gran ensenada a la Armada de EU en prenda de la lucha común para salvar a la civilización occidental. Todavía los tendríamos allí, si no es que la península entera hubiera ya pasado a ser una estrella más en “Old Glory”.


La noticia de la activación de la Cuarta Flota pasó desapercibida en México, of course. Pero ahora mis lectores en la Cancillería, en la Secretaría de la Defensa, en la Secretaría de Marina, en Bucareli, en el CISEN y en Los Pinos, deben darse por advertidos. Es una ominosa señal y no celestial coincidencia en tiempos de la discusión de la reforma energética y el nuevo manejo que se pretende dar al petróleo mexicano. Citaré (en inglés, porque así entienden mejor nuestros expertos, Castañeda dixit), un párrafo particularmente preocupante del análisis del COHA: “The revival of the Fourth Fleet may do little more than attempt to introduce a quick fix to Bush’s failed U.S. policy towards Latin America. The Fleet’s rebirth implies that Washington’s gun boat diplomacy represents a new call to arms. The U.S. may again be prepared to use the prospect of military force if it is found necessary to protect U.S. national interests in Latin America.”
En anteriores entregas de JdO hablé de los motivos de la invasión de Veracruz en 1914. Lo que no dije fue que en abril y mayo de 1938, buques de la flota norteamericana del Pacífico se mantuvieron en dirección al puerto de Acapulco para entrar en acción en caso de que el nuevo Embajador, nuestro viejo amigo Josephus Daniels, hubiera tenido dificultades. En realidad, la diplomacia del “gran garrote” nunca ha sido declarada en desuso ni olvidada por nuestros amigos norteamericanos. Está, ¿cómo decirlo?, en hibernación para cuando se necesite. ¿Fantasías del columnista? En un libro publicado en el 2001 (hace apenas siete años, señores) el profesor Julián Nava, Embajador de Estados Unidos en México entre 1980 y 1982, relata este espeluznante testimonio:

“La actitud de dominación hacia México ha supervivido. Durante mi desempeño como Embajador de Estados Unidos en México, el Pentágono solicitó permiso para entablar ejercicios de guerra con municiones vivas (subrayado mío) en las proximidades de Veracruz. El objetivo era amedrentar a México para que nos vendiera más petróleo durante el boicot árabe que destrozó nuestra economía y condenó a la presidencia de Jimmy Carter. Pese a grandes presiones, con toda firmeza negué el permiso para que tal intimidación se llevara a cabo e invité a los comandantes de la Armada a saltar mi autoridad y dirigirse personalmente con el presidente Carter, si así lo deseaban. Más allá de las gélidas miradas que los almirantes dirigieron a este antiguo marinero, nada más se volvió a saber del asunto. Claramente, estaban actuando por iniciativa propia.”


Quien tenga ojos… Quien tenga oídos… etc., etc.


Molcajeteando…

Un chascarrillo machista, para quitarme el mal sabor de boca.
Platicaban tres mujeres. Una estaba comprometida, la segunda casada y la tercera vivía una relación pecaminosa. Decidieron sorprender a sus parejas. Aquella noche acudirían a sus citas ataviadas con provocativos atuendos y enmascaradas.


Poco después se reunieron para platicar el resultado. La comprometida dijo que después de verla, su novio aulló de pasión y le hizo el amor toda la noche. La amante confió que su galán, al descubrir el erótico atavío, se abalanzó sobre ella y durante varias horas la hizo objeto de toda clase de concupiscentes atenciones.


La casada escuchaba con la mirada fija en la taza de té. Al llegar su turno dijo: “Mandé a los niños a casa de mamá. El ambiente era de música erótica, flores y luz indirecta. Mi atuendo consistía en un bodice de fina piel negra, liguero, medias y brasiere combinados, y una máscara gatuna. Me rocié con el más exquisito perfume. Cuando mi marido llegó y me vio, dijo:


-¿Qué hay para cenar, Batman?



Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.


sanchezdearmas@gmail.com