La radio según León Felipe

Miguel Ángel Sánchez de Armas


En algún momento de 1934, el monumental León Felipe (nacido León Camino Galicia de la Rosa un 11 de abril de 1884, es decir hace 124 años), estuvo en el puerto de Veracruz y ahí, en una conferencia, nos reveló la verdad: “¡La radio es un gran confesionario!”


La semana pasada compartí la visión que Alfonso Reyes tuvo de este medio. Hoy publico fragmentos de otro juicio, también poco conocido, de un espíritu igual de ilustre. Santayana lo dijo en su momento, aunque parece que nadie lo escuchó: “Quien no conoce el pasado está condenado a repetir sus errores”. Juzgue además el lector si este texto es o no propio para los días santos que comienzan:


“¡Eh!... ¡Hallo!... ¡Aquí! ¡Soy yo! ¿Quién me escucha? Nadie – nadie me escucha – Nadie me escucha – ¿Me escucha alguien? Esto es una broma... me han encerrado en este cuarto misterioso y polvoriento […] y me han dicho que empiece a gritar delante de un postecito metálico y brillante que se alza del suelo y me llega exactamente a la boca.


“Eh... aquí... hallo – soy yo... creo que nadie me escucha... y que nadie me interrumpe... y que nadie me responde... Seguiré gritando, sin embargo... Soy un hombre escéptico... pero social y confiable también... No puedo admitir que alguien quisiera confundirme o engañarme... Acabo de llegar a Veracruz y camino guiado como un ciego.


“Me sujeto a las costumbres y a los ritos de los pueblos donde llego... Y entro siempre con los ojos vendados por las puertas de la ciudad amigos: todo pueblo es sagrado... y cualquier casa puede ser la morada de un Dios donde el milagro se produzca. […] ‘Este es el lugar... Habla...’ me dice el director de esta casa, quitándome la venda.


“Esta es la tribuna moderna y municipal... el […] escenario del pueblo el estrado invisible... la gaceta y el diario del aire... ¡la bocina del viento!

“Estás frente a la Radio... Detrás, queda el mercado... los que trabajan y los jueces... Te escuchan todos... ¡Habla! Di lo que quieres.


“¿Esta es la Radio? ¿Esta varilla erguida de metal?... ¿No es una serpiente puesta de pie por la flauta encantadora de un mago? ¿O es la misma la misma flauta encantadora? Me parece mi propio báculo clavado sobre la tierra. O ¿es un pequeño árbol plantado en mitad de mi camino?... El arbolillo escueto de Navidad donde se cuelgan y se encienden símbolos y metáforas... parábolas y canciones?...


“El Director de esta casa me detiene otra vez para instruirme y me dice:

“–La Radio es un gran púlpito.

“–Yo no vengo a predicar –le digo.

“–También puede ser una cátedra.

“–No tengo nada que enseñar.

“–Puedes cantar una canción.

“–Nadie sabe hoy cantar... ¿Sabéis vosotros cantar? Los maestros de canto se han ido a clavar ataúdes y a enterrar a los muertos.


“–Cuéntanos un cuento, entonces...

“–¿Un cuento?... Ya se han contado todos... Todos los cuentos se han contado... y todos se han grabado y archivado... El Hombre no tiene hoy nada que contar. Puede decir avergonzado algunas cosas, y confesarse honradamente con sus hermanos...


“–Entonces... (me interrumpe otra vez el Director), de qué sirve esta maravilla... este descubrimiento prodigiosos...? ¿Para qué se ha inventado este artefacto, esta Radio milagrosa que puede llevar la palabra del Hombre hasta el corazón […] de los astros?


“–Tal vez... para que el Hombre se confiese.


“A mi me parece que es un gran confesionario, una dádiva sagrada que nos han regalado los Dioses para que el inglés o el español, por ejemplo le cuenten sus crímenes y sus pecados al chino y al esquimal... Para confesarse los hombres... todos los hombres del mundo, los unos con los otros, los del norte con los del Sur... se ha inventado este aparatito.


“No tenemos nada que enseñar... sobre púlpitos y cátedras.... Y todavía no tenemos nada que contar... Mi opinión es que mientras el hombre no tenga los pies y las manos muy limpios... tendrá ronca la voz. Podemos contar... contar... no referir... sino enumerar... Una... dos... tres... Una injusticia... dos injusticias... tres injusticias... la injusticia política... la injusticia eclesiástica... la injusticia social... etcétera.


“Yo he venido aquí, como voy a todas partes, a confesarme, honradamente, con los que me escuchan. Y después de saludar a todos según las costumbres de la Tierra... me arrodillo... hago la señal de la cruz... y rezo el yo pecador.


“Así comienzo siempre mis discursos, mis poemas... y todo cuanto tengo que decir: Confesándome... Y digo que cualquier tribuna hoy no puede ser más que un confesionario... y que la Radio es el más grande de todos... Un confesionario inmenso de [onda] telúrica y sideral.... porque tenemos que contarle nuestros pecados a los hombres, a las piedras... y a las estrellas.


“Y lo que voy a decir ahora... no sé si es una confesión o una lección ingenua y [humana] de catecismo. ¿Dónde está Dios?

Oh... quien me diere el saber donde poder hallarlo... Y Dios está en todas partes hijos míos.

“Dios está en todas partes, en la tierra en el agua y en el viento... Pero hoy nadie lo encuentra. Nadie: ni el detective, ni el sabueso ni el poeta... Y estas son hijos míos las tres primeras letras que tenéis que aprender en las escuelas para buscar a Dios: S.O.S.”


Molcajeteando…


El sábado 1 de marzo don Vicente Gómez Bretón dejó la tierra roja y tropical de Villahermosa para ir en busca de su creador. Tenía 78 años. Lo conocí en Xalapa en 1999 cuando era gerente local del Grupo ACIR. Durante las terribles inundaciones que asolaron a Veracruz, fue de los pocos radiodifusores privados que sin titubeos reconocieron y asumieron la responsabilidad de poner los micrófonos al servicio de las acciones de ayuda a los damnificados, junto con Radio Más, la radio estatal. Aunque usted no lo crea, en aquellas semanas aciagas muchos concesionarios, usufructuarios del espacio aéreo propiedad de la nación, querían cobrar por este “servicio”. Primero, sus intereses mezquinos y crematísticos; después, sus intereses crematísticos y mezquinos. Hubo un tipejo que me dijo que “esa” (ayudar y pasar mensajes sin costo) era “la obligación” de la radio del estado, no de “la privada”.


Don Vicente me honró con su amistad y me distinguió con sus consejos. Imagino a ese noble caballero que tuvo el privilegio de ver a la radio y a la televisión mexicana desde sus inicios, en animada conversación con León Felipe y con Alfonso Reyes en la gran radiodifusora universal, preguntándose cuándo y cómo la radio perdió su camino.


Para su hijo el escritor y promotor cultural Vicente Gómez Montero, y para todos sus seres queridos, mis condolencias más sentidas. Mi amistad perenne.
(La semana entrante no habrá JdO: no deseo exponerme a que del cielo me caiga un rayo por trabajar durante los días santos.)



Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

00/00/08


sanchezdearmas@gmail.com





La radio, instrumento de “La Paideia”


Miguel Ángel Sánchez de Armas



El 21 de enero de 1945 apareció en la revista Todo México un artículo de Alfonso Reyes que he recuperado como parte de una investigación historiográfica que llevo a cabo en mi Universidad. Duele documentar cómo la mezquindad y la pequeñez que trae consigo el amor al dinero, disminuyeron el alto ideal que se tenía de la radio. Después vino la televisión, claro.


“Con motivo de la campaña alfabética, han aparecido por ahí artículos sobre la importante función de la radio y los servicios que puede prestar para semejantes empresas de educación social. Me siento animado a suscribirlos todos. Cuanto acentúe la importancia de las nuevas artes -radio, cine-, cuanto contribuya a orientarlas y a utilizarlas en la construcción humana, que es nuestro deber inapelable, merece la mayor simpatía y la mayor atención por parte de los hombres de buena voluntad, ora pertenezcan a una o a otra de las tres clases en que los antiguos dividían a los ciudadanos: la carrera de los honores (la política), la de las armas (la milicia), o de las letras (la cultura).


“Aunque mucho se ha escrito ya sobre estas nuevas artes, y aunque en el cine, por ejemplo, debido a los cánones de Hollywood, se hayan introducido ya algunos esquematismos y rutinas que no dejan de desvirtuar la libre invención y de atajar los saludables sobresaltos del proceso vital, parece que tales nuevas artes van a disfrutar del privilegio que acompañó al crecimiento de la tragedia griega. Consiste este privilegio en no haber tenido que sujetarse a una preceptiva teórica y apriorística. Las reglas, las uniformidades, los automatismos de la tragedia, eran efectos de la necesidad, impuestos por las circunstancias y los ambientes físicos y mentales. El codificador de preceptos, Aristóteles, es un arqueólogo: nació después de la tragedia y cuando ya ésta agonizaba. Le aconteció con ella lo que a Gracián con el conceptismo español: que lo sometió a preceptos a posteriori. De suerte que, en vez de fijar reglas al creador -lo que siempre es perjudicial-, uno y otro describieron los resultados; y aunque hayan pretendido dar valor legislativo a algunas de sus observaciones, ya no hubo quién se dañara erigiendo las ‘regularidades’ en ‘reglas’.


“Cuando hablamos, pues, de orientar y aprovechar las nuevas artes, nos conservamos en un extremo respetuosos para su libre desenvolvimiento, y muy lejos estamos de querer imponer preceptos a estos delicados embriones.
“Ahora bien, si deseamos hacer entrar estas nuevas artes en los cuadros de los géneros clásicos, fácil nos será acercar el cine a la función literaria episódica (teatro-novela), y aun darle el crédito de que está llamado a ser la forma por excelencia para la épica de mañana; que ésta ya se resiste mucho a caminar sobre la sola expresión verbal, y en cambio se desliza muy a sabor sobre los complementos visuales que aportan la fotografía o el dibujo en movimiento. En cuanto al conflicto cine-teatro, creemos que es un conflicto que se resuelve andando, como las aporías del paradójico griego. Creemos que, caminando y caminando, estas dos agencias artísticas se delimitarán y se purificarán mutuamente, labrándose cada una para sí, por virtud interna y también por choque con la otra, su cauce específico. Y, en cuanto a la radio -que en muchas de sus fases será sólo un refuerzo de la difusión literaria y la musical-, en una de sus aplicaciones más características vendrá precisamente a sustituir a la antigua oratoria.


“Aquí no entendemos por oratoria ese inútil alarde, esa danza de palabras ociosas ante un público sometido al chubasco por deber cívico o social, o arrebatado en el torbellino por la polarización fanática de unos instantes: no. Entendemos por oratoria todo aquel sistema sustentado en la retórica, en que Isócrates fundaba las bases del humanismo político y que Quintiliano organizó en verdadero programa de educación liberal. Entendemos por oratoria la educación de la sociedad por el hombre que ora o habla, a través de los recursos de la persuasión, servidos por el encanto artístico. Cuando los sofistas, fundadores de la ciencia social, abrían escuelas de retórica para formar oradores, querían decir: para formar directores políticos, maestros del pueblo, pilotos responsables de la nave del Estado.


“Pues bien, esta función de tremenda responsabilidad ha caído hoy en mano de los locutores de la radio. No de los meros anunciantes, claro está, sino de los periodistas del micrófono, que todos los días difunden informaciones, comentarios, consejos, ideas.


“La radio es instrumento de primer orden en esta educación que nos espera más allá de los años pueriles y juveniles, más allá de las escuelas, en el aire mismo de la vida, y que acompaña sin remedio toda nuestra existencia y la va modelando a lo largo de nuestros días.


“De esta construcción diaria del hombre por el hombre resultan el carácter y el valor de las civilizaciones. Los griegos la llamaron paideía, palabra desenterrada en nuestros días por el humanista Werner Jaeger y que es a la pedagogía lo que el género a la especie y lo que el todo es a la parte. La radio, nueva arte oratoria, instrumento de la paideía, tiene ante sí vertiginosas perspectivas. No sabemos hasta qué punto influirá en las determinaciones futuras de la especie humana. Por eso nos indigna tanto que se la use, en ocasiones, a tontas y a locas.”



Molcajeteando…

Voy a la mitad de La diferencia. Radiografía de un sexenio. Ojalá los autores hubieran firmado los capítulos, para así saber cuál merece la codiciada presea “Nopal con jarcia y plumas de colibrí” por el mayor número de zancadillas y puñaladas traperas a la gramática, si el “Güero” que habla inglés y lee The New York Times, o el doctor en ciencias sociales que desempeñó el triste papel de hermeneuta de cabecera de Vicente Fox.


La semana entrante hablaremos de ello.



Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

05/03/08


sanchezdearmas@gmail.com