Embargo y bloqueo


Por Miguel Ángel Sánchez de Armas


Estoy cierto de que la mayoría de jóvenes estadounidenses no saben a qué se debe el embargo comercial, económico y financiero que su país tiene impuesto a la isla de Cuba desde octubre de 1960. Recientemente tuve a un grupo de alumnos de la más prestigiada universidad neoyorquina, chicos y chicas veinteañeros de la carrera de comunicación que tenían pobrísima información del asunto. Al contrario, los jóvenes cubanos seguramente lo saben porque cotidianamente padecen carencias derivadas de tal embargo, que popularmente se conoce como bloqueo.

La enemistad que se produjo entre Estados Unidos y Cuba raíz de las expropiaciones de bienes y empresas que llevó a cabo la isla cuando triunfó la Revolución se convirtió dentro del escenario internacional en una especie de rivalidad caribeña entre los Capuleto y los Montesco: ya muchos no se recuerdan bien a bien qué le dio origen, pero la sangre les hierve por el antagonismo que se fue construyendo a lo largo de los años.

La última agresión militar directa de Estados Unidos a la isla fue la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961 y resultó un fracaso. Hubo otros intentos que se cancelaron definitivamente en 1962 con el acuerdo Kennedy-Kruschev para evitar más ataques a Cuba. El enfrentamiento persistió, azuzado por la política de Washington y las escaramuzas verbales del discurso rudo que mantuvo Fidel Castro hacia la política internacional de Estados Unidos durante su larga presidencia.

A fines del pasado mes de marzo, el embargo volvió a las noticias porque el ex presidente Jimmy Carter realizó una visita de tres días a Cuba, durante la cual se reunió en dos ocasiones con el presidente Raúl Castro y una con su hermano Fidel. Carter solicitó al gobierno de Estados Unidos poner fin al embargo comercial contra la isla, que ya dura 50 años y es, con ello, el más largo de la historia. Al mismo tiempo reclamó al gobierno cubano la liberación del contratista estadounidense Alan Gross, condenado a 15 años de prisión y acusado de realizar acciones mediáticas subversivas por la instalación de apoyos tecnológicos y de acceso a internet a grupos de oposición.

La presencia de Carter en Cuba se explica por la labor que ha desarrollado a favor de los derechos humanos y su trabajo como mediador en conflictos internacionales que le valió el Premio Nobel de la Paz en 2002. A la luz de los escasísimos avances, e incluso retrocesos, que ha habido en la relación Cuba-Estados Unidos en los treinta años transcurridos desde que Jimmy Carter dejara la presidencia de su país, más que la labor ex presidencial de este personaje se deben revalorar algunas de sus acciones como mandatario del país más poderoso del planeta.

En relación con Cuba, en 1979 Carter tomó la decisión de no renovar las restricciones para viajar a la isla y amplió la cantidad de dinero que los ciudadanos estadounidenses podían gastar en ella, lo cual representó un importante acercamiento al restablecimiento de la relación entre ambos países. Esta distensión en la relación bilateral sólo duró hasta el término de la presidencia de Carter, pues su sucesor, el llorado “American Idol” Ronald Reagan velozmente restituyó las restricciones. Después, durante la presidencia de George Bush, el embargo se recrudeció con la promulgación de la Ley Helms-Burton en 1992, que prohíbe a los ciudadanos estadounidenses realizar transacciones empresariales con Cuba. En 1999, durante la presidencia del demócrata Bill Clinton, la ley extendió la prohibición a filiales estadounidenses ubicadas en otros países.

            La acción diplomática de Carter bien podría ser interpretada como una estrategia para salvar a un conciudadano a quien se le aplicó una pena muy dura, que dado el amplio espectro de usos que pueden tener las redes sociales, podría considerarse sumamente injusta, pues en ellas se pueden intercambiar desde recetas para preparar un mojito hasta información sobre formas eficientes de acción política contra un régimen. Es decir, el acceso a la red no determina los objetivos. Sin embargo, la visita de Carter a la isla es una ayuda de memoria no sólo de la buena voluntad para levantar el embargo que tuvo hace más de treinta años, sino su compromiso permanente con los derechos humanos.

            Cuando Jimmy Carter asumió la gubernatura de Georgia, en su discurso inaugural señaló el fin de la segregación racial en el estado. En ese entonces, estaban todavía vivas en el recuerdo las luchas por los derechos civiles. Conviene señalar que el tránsito del reconocimiento oficial al reconocimiento social de la igualdad de derechos es un proceso tortuoso y empedrado de inquina por parte de quienes se resisten a perder espacios privilegiados. Carter destacó por su respeto a los derechos de los afroamericanos en un estado sureño que muy poco antes había sido escenario de terribles manifestaciones de segregación. No recuerdo bien, pero me parece que fue en aquel gobierno cuando se reivindicó la canción “Georgia on My Mind” del gran Ray Charles y se la declaró himno oficial del estado.

            En otro tema de los derechos civiles, Carter hizo pública su postura personal en contra del aborto, pero apoyó su legalización, cuando así lo determinó la Corte Suprema de Estados Unidos en 1973. Como presidente, también se pronunció a favor de los derechos de los homosexuales. Específicamente se opuso a la Iniciativa Briggs, propuesta por el legislador John Briggs del Condado de Orange, que pretendía impedir el ejercicio magisterial a homosexuales y lesbianas.

            Son legendarias también las habilidades diplomáticas conciliatorias de Carter: uno de los actos más significativos de política exterior durante su presidencia fueron los Acuerdos de Camp David, en los que logró fijar puntos comunes entre Egipto e Israel, firmados por el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguin.

            Toda una tradición de respaldo a los derechos civiles y de apoyo a una política internacional de respeto y paz acompañaron a Carter en su visita a Cuba. Falta conocer hasta qué punto está comprometida la administración Obama con la estrategia llevada por Carter al país caribeño para rescatar a un ciudadano estadounidense. Hace un año el Presidente estadounidense refrendó el bloqueo hasta septiembre de 2011, aunque flexibilizó los viajes y remesas. Quizá fue sólo una estrategia para no abrir frentes de conflicto adicionales a los que ha alimentado la ferocidad con que han sido criticadas algunas decisiones de política interior como el programa de salud. El caso Gross puede abrir la coyuntura para que Estados Unidos se reivindique ante el mundo y levante el embargo, en un acto de justicia que hoy adquiere tintes de hazaña debido a la polarización de opiniones que existe al respecto.

           

Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
Sociales de la UPAEP Puebla.

27|/4/11


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¿Ola o tsunami digital?


Por Miguel Ángel Sánchez de Armas



Invitado por mi amigo Gastón Melo, el pasado lunes participé en Espacio, el singular evento con que Televisa se acerca a jóvenes estudiantes para escucharlos y dialogar sobre temas de actualidad. Independientemente de la opinión que se tenga de la empresa –y me parece que la salud social de la República exige una militancia crítica frente a gobierno e iniciativa privada-, Espacio tiene el mérito indiscutible de haber incursionado con apertura y transparencia en un terreno asaz difícil, como es el parlamento con los jóvenes. En este año Espacio cumple sus primeros quince y ya tiene ramificaciones internacionales. Enhorabuena.

 El tema fue educación y nuevas tecnologías. Como maestro viejo que lo mismo se planta frente a grupo que se conecta por videoconferencia, tengo particular interés en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para identificar indicios de que algunos paradigmas del proceso educativo se hayan modificado y qué tanto sabemos de esos cambios. Me parece que el diagnóstico no debe quedarse sólo en si estamos teniendo acceso o no a un equipo de cómputo, sino determinar si los paradigmas de lo que se enseña, de cómo se enseña y de cómo son quienes enseñan y aprenden han cambiado.

De acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de internet, en México había 30 millones y medio de usuarios en 2009, cifra que hoy debe ya pasar de los 40 millones. Para determinar el acceso a internet se ha utilizado el indicador de la disponibilidad o propiedad de una computadora, tal como lo recoge el INEGI, según el cual, con datos del censo de 2010, en seis millones de hogares hay acceso a internet.

Ese dato no concuerda con el número de usuarios porque en una gran cantidad de hogares contar con una computadora no significa necesariamente que sea utilizada por varios miembros de la familia. Hay que complementar con información del lugar donde tienen acceso a internet los usuarios. Según AMIPCI sólo 48% de los 30 millones de usuarios, menos de la mitad, tenían acceso a internet desde sus hogares; 34% lo tenía desde un café internet y el resto en el trabajo, en el lugar de estudio o en casa de terceros.

Los 30 millones y medio de internautas no deben compararse con la población total, sino con la población potencialmente usuaria de internet, que asciende a 74 millones 650 mil, lo que nos indica que tenemos aproximadamente 41% de usuarios de internet.

Bien. La pregunta es: ¿para qué? Los usos más extendidos son las actividades sociales, el entretenimiento y el consumo de medios de comunicación. El correo electrónico, los mensajes instantáneos, el “chateo” y la manipulación de fotos y videos son de las actividades más intensivas en internet… y también es importante el porcentaje de los que intentan apaciguar su soledad buscando en la red relaciones que en la vida real no se les dan.

Los datos de AMIPCI no incluyen todavía las redes sociales como Facebook y Twitter que han crecido exponencialmente. En México hay 26.1 millones de cuentas de Facebook. A enero de este año había más de cuatro millones de cuentas de Twitter.

Un mito que se derriba: muchos piensan que el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación está reservado a las clases con más recursos, pero esto no es cierto. Los segmentos D+ y D/E tienen el 44 por ciento de los usuarios. Esto concuerda con el uso creciente de las redes sociales y se complementa con el crecimiento del uso de la telefonía móvil. En México hay, según la Cofetel, poco más de 90 millones de celulares.

Hasta aquí las cifras y los porcentajes. ¿Qué nos dicen? Que los usos de las redes son sociales. La educación no ha colonizado la red. Existen grupos, desde luego, y el internet para la educación a distancia ha sido probado con éxito en muchos casos, pero su uso cotidiano en este terreno no se ha dado, quizá por una razón que han detectado muchas instituciones educativas: los maestros no hacen uso de las computadoras y menos de las redes sociales. En cambio sus alumnos sí las utilizan y mucho. Para esta reflexión busqué en Twitter a cincuenta y cinco renombrados investigadores de la educación, de la UNAM, del Cinvestav, de la Universidad Veracruzana, de la Universidad Pedagógica Nacional y otros de universidades españolas y de la UNESCO. ¿Resultado? Sólo 10 tienen cuenta en Twitter, aunque es muy probable que sus alumnos sean twitteros de corazón.

Cualquier lector podría restarle importancia a esto con el argumento de que no vamos a enseñar a través de las redes sociales, pero lo importante es que no lo podemos ignorar. Las instituciones educativas han empeñado un gran esfuerzo para cerrar la brecha digital, para capacitar a los maestros en el uso de la computadora primero y de internet después. No olvidemos que los centros de trabajo y de estudio son lugares en los que se tiene acceso a internet. Pero, si todavía estamos en la fase en que no tenemos una cobertura aceptable de maestros haciendo uso cotidiano de una computadora, la etapa en que se puede hacer uso de internet con todas sus posibilidades está todavía un poco lejos. Yo diría que somos maestros analógicos viviendo en un mundo digital. La gran mayoría de los profesores de educación básica y de educación superior no está alfabetizada digitalmente, no cumple con los estándares de competencias en TIC para docentes recomendados por la UNESCO.

Necesitamos un diagnóstico muy puntual de la situación. ¿Cómo se está enseñando entonces? A pesar de que hoy en foros y congresos se discuten los nuevos paradigmas educativos, de que la educación por competencias es una bandera oficial y de que se asegura que la teoría constructivista rige el diseño de planes y programas de estudio, en la intimidad del salón de clases se siguen modelos tradicionales, con una educación memorística, donde las fechas, los personajes, las fórmulas, el dato, siguen siendo los motores del aprendizaje. Sufrimos el power point como una suerte de karaoke pedagógico.

En una ocasión, el investigador Olac Fuentes Molinar contó que cuando estudiaba la secundaria tenía un docente que sabía de memoria los logaritmos. Era tenido como un excelente maestro y muy respetado por su conocimiento. Al paso del tiempo Olac concluyó que su maestro en realidad era un lerdo. ¿Por qué? Porque si ya desde hace mucho tiempo se cuestionaba la validez de la enseñanza apoyada en la memorización de datos, con la llegada de internet y la mundialización del conocimiento eso tiene menos sentido que nunca. El paradigma de qué enseñar debe modificarse. Tenemos que aprender a ser maestros, alumnos, profesionistas y ciudadanos digitales y pensar digitalmente. Ésta es la transición pendiente. Para qué memorizar un dato que podemos consultar en un minuto en la computadora. En cambio, deberíamos poner énfasis en las habilidades para investigar, para localizar información, para concatenarla y obtener así aprendizajes significativos. Restarle tiempo a la memorización y aumentarlo a las competencias lecto-escritoras, aunque vivimos en la dictadura de la síntesis y del lenguaje mal utilizado.

¿Qué tenemos entonces como tarea? En cada salón de clases, en cada escuela, en cada institución, en cada secretaría de Educación de los estados y en la Secretaría de Educación federal debemos saber con quiénes estamos tratando. Qué usan y que consumo mediático tienen maestros y alumnos. Saber exactamente dónde estamos parados respecto a nuestras competencias digitales para pasar de tener acceso a una computadora o a internet, a colonizar la red con usos educativos.

Tener en cuenta los nuevos hábitos de consumo de las redes para aprovecharlos en beneficio del aprendizaje de maestros y alumnos. El maestro sólo puede seguir siendo el coordinador de un aprendizaje posible si se convierte en un maestro digital. No en un maestro que hace uso intensivo y extensivo de la informática y de la red, sino en un maestro que aprovecha el lenguaje de las TIC para favorecer el aprendizaje de sus alumnos. Para todo ello nos hace falta un buen diagnóstico que nos lleve a la acción digital.


Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
Sociales de la UPAEP Puebla.

13/4/11


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De negros y negritudes

Por Miguel Ángel Sánchez de Armas


Tomen nota primos del norte: Barack Obama no es el primer presidente mulato del Nuevo Mundo. Este honor corresponde a Vicente Guerrero quien hace 182 años subió a la Primera Magistratura de México.

Esta cápsula histórica me sirve para recordar que contrariamente a lo que las ideologías dominantes han impuesto, el verdadero territorio negro de las Américas comienza al sur del Río bravo.

El 20 de agosto de 1619 un barco holandés atracó en Jamestown, primera población inglesa en lo que hoy es Estados Unidos, con un cargamento de 20 esclavos negros que fueron rematados entre los piadosos colonos fundadores. En los siguientes decenios, once millones 200 mil seres humanos originarios del continente que Conrad llamó negro llegaron al Nuevo Mundo en el brutal tráfico de esclavos operado por católicos portugueses y españoles y cristianos británicos y holandeses. Pero de esta cantidad, sólo aproximadamente 450 mil fueron a parar a los mercados de nuestro vecino del norte.

Los demás, nos recuerda el profesor Henry Louis Gates, Jr., en una apasionante y estremecedora serie a punto de estrenarse en la televisión pública estadounidense, se diseminaron en lo que hoy es América Latina. Casi cinco millones fueron comercializados en Brasil -hoy el segundo país más negro del mundo después de Nigeria-; a Cuba llegaron 800 mil, el doble que al territorio de su enemigo histórico. No hay una nación en nuestro continente en donde no haya un importante grupo de población negra… México en primer lugar, en donde a todos nuestros problemas y desencantos debemos añadir que la política oficial de la revolución, la priista, la panista, la perredista, la aliancista y todas las demás istas, ha sido ignorar –quizá sea más apropiado decir negar- la herencia africana de muchos compatriotas.

Una de las investigadoras que colaboraron para la serie titulada Negros en América Latina fue mi querida amiga de la Universidad Veracruzana Sagrario Cruz (a quien por cierto, después de ver al lado del profesor Gates, le veo más oriundez del Serengueti que de Cholula). Cuando ella era estudiante en la UDLA condujo un experimento del que resultó que más del 80% de los muy hispanos y altivos poblanos tenía -subrayado mío- sangre negra. Este electrizante dato fue tratado entre las clases dominantes de la tierra de los camotes a la manera de aquella aristócrata inglesa quien al escuchar de labios de Darwin que los hombres eran descendientes del mono, sin perder el ritmo de su abanico susurró a su vecino: “¡Dios mío… ojalá que el pueblo no se entere!”

Sagrario desde entonces ha estudiado el tema de la negritud en México y es una de las muy pocas especialistas que tenemos en este terreno. Alguna vez quiso entrevistar para un trabajo académico a un famoso político del Sotavento a quien lo africano se le ve a dos leguas. El sujeto, de cuyo nombre no me quiero acordar, respondió ofendido que él era mexicano, no negro. En otra oportunidad al transportar unos huevos de avestruz comprados en una granja cerca de Xalapa y pirograbados localmente con motivos africanos para una exposición montada en Chicago, fue detenida por inspectores de la semarnat que la acusaron de poner en peligro especies en extinción. ¡Hágame usted el refabrón cavor!

(Yo también fui víctima de esta fauna burocrática. Hace unos años, a la vuelta de un visita a Zambia en donde impartí un ciclo de conferencias, los inspectores de la misma dependencia me interceptaron en el aeropuerto de la ciudad de México y quisieron confiscar dos máscaras talladas en madera por violaciones a la ley de protección de los bosques.)

 Este es un ejemplo de lo que el doctor Gates llama la ignorancia de quienes poco saben del mundo. Según recuerda este académico, en cada una de las naciones latinoamericanas a las que llegó la ola negra hubo después de 1850 políticas deliberadas para “blanquear” a la sociedad. Por ejemplo Brasil, que entre 1872 y 1975 recibió casi cinco millones y medio de inmigrantes, favoreció a grupos caucásicos y limitó a los más prietitos.

¿Cómo se define el color en las diferentes naciones de la zona? Mientras que en Estados Unidos hay negros y mulatos, Brasil tiene 136 clasificaciones de negritud, México 16 y Haití 98. Y en tanto en Estados Unidos una gota de sangre negra “te clasifica oficialmente como negro, en Brasil es como si una gota de sangre blanca te clasificara como blanco”.

Gates explica que los EUA son el único país con la regla de una gota de sangre como clasificador racial debido a que durante la época de la esclavitud los dueños de las plantaciones quisieron asegurar que los hijos nacidos de las incontables violaciones y abusos que las esclavas sufrían a manos de muy calvinistas caballeros fueran legalmente considerados esclavos (ajá, economía, libido e historiografía: se podría armar una nueva carrera en la fcpys con esta curricula). Quizá por ello sigue causando incomodidad entre los wasp gringos que el mismísimo pater patris Thomas Jefferson -autor del segundo párrafo de su declaración de independencia que reza: Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales”- tuviera seis hijos con la esclava Sally Hemings… quien era media hermana de su difunta esposa. Ésa es igualdad.

Dice Gates que esta serie de televisión fue concebida para educar no sólo a los estadounidenses y a los europeos, sino a los latinoamericanos; particularmente en estos tiempos en donde en casi todos los países hay campañas antirracistas o, como en México y Perú, “movimientos que reclaman el derecho de ser identificados como negros y que exigen respeto a su herencia africana”.

Salvo Haití, todos los países latinoamericanos quisieron emblanquecerse en algún momento. Gates observa que al construir y celebrar las herencias nacionales -incluso en casos como México en donde hace poco se reconoció constitucionalmente nuestro carácter plurilingüe y multicultural- de alguna manera la negritud se diluyó. “Descubrí que en estas sociedades los grupos de la escala inferior son los más oscuros y con los rasgos africanos más acentuados. En otras palabras, la pobreza se construyó socialmente en la negritud”.

La serie Africanos en América Latina fue grabada en Haití, la República Dominicana, Cuba, Brasil, México y Perú. Restricciones presupuestarias y de tiempo impidieron a los productores visitar todos los países de la región, así que el profesor Gates hubo de elegir zonas representativas. Por ejemplo, Brasil, segunda nación negra del mundo y lusófona; o Haití, país que estuvo en todos los medios del mundo por el terremoto pero del que tan poco se sabe. “Todas las noches escuchaba a Anderson Cooper hablar de Haití, pero ni él ni ningún otro periodista se preocuparon por la historia del país. Se referían al vudú como una superstición lunática y no como una de las antiguas religiones del mundo. Y nadie mencionó el hecho de que el país se encuentra en el polo oeste de una isla con otro país, la Dominicana, con quien ha desarrollado una identidad por oposición: Esaú y Jacob, ying y yang… una hispanoparlante, católica y blanca –como gusta verse a sí misma-, la otra africana, negra y vudú”.

O México y Perú. Si La Habana es la ciudad gemela de Miami, dice el investigador y conductor de la serie, “México es nuestro país gemelo. Nadie piensa que México y Perú son negros, pero juntos recibieron 700 mil africanos durante la época de trata de esclavos”. La costa de Acapulco era negra en 1870 y siguen habiendo importantes comunidades negras en la Costa Chica, lo mismo que en amplias zonas de Veracruz.

Sagrario Cruz me convidó hace unos años a un carnaval en Coyolillo, comunidad a tiro de piedra del Lencero, en donde me sentí transportado a Uagadugú. Estuve conversando con un profesor de la primaria local que era la misma imagen de Chinua Achebe y los relatos de su pueblo me recordaron aquel pasaje que tomé del nigeriano: “[Llegaron de otras tierras] y pidieron permiso para establecerse ahí. En aquellos tiempos había espacio suficiente y los de Ogidi dieron la bienvenida a los recién llegados, quienes poco después presentaron una segunda y sorprendente solicitud: que les enseñaran a adorar a los dioses de Ogidi. ¿Qué había sucedido con sus propios dioses? Los de Ogidi al principio se asombraron, pero finalmente decidieron que alguien que solicita en préstamo un dios ajeno debe tener una historia terrible que es mejor no conocer. Así que presentaron a los recién llegados con dos de las deidades de Ogidi, Udo y Ogwugwu, con la condición de que los recién llegados no debían llamarlas así, sino Hijo de Udo, e Hija de Ogwugwu... ¡para evitar cualquier confusión!” Mientras escuchaba al profesor me imaginé a Juan Diego diciéndole a Zumárraga que sus antepasados prestaban a la venerable madrecita Tonantzin... con el nuevo nombre de Guadalupe.

Esa noche, de vuelta en casa, decidí que lo cejijunto, lo prognato y lo craneovoide no son, como jura mi santa abuela, la herencia que mis blancos ancestros españoles transportaron a Guanajuato y a Jalisco y que fue contaminada por los indios prietos (sic), sino en realidad la evidencia de que mis genitores se corretearon con los de Sagrario en las faldas del Kilimanjaro.

Blacks in Latin America, conducida por Henry Louis Gates y con la participación de la xalapeña Sagrario Cruz-Carretero, se estrena en pbs el 19 de abril (para quienes vivan en los yunaited o tengan televisión por satélite). Hay un avance en la liga: http://www.pbs.org/wnet/black-in-latin-america/featured/preview-black-in-latin-america/172/.

Vale la pena ver esta serie.





Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
Sociales de la UPAEP Puebla.

6/4/11


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El cine en el cardenismo




Por Miguel Ángel Sánchez de Armas




A propósito de la expropiación del petróleo, evento simbólico si los hay en el imaginario popular mexicano, viene a mi mente que cuando el general Lázaro Cárdenas asumió la Presidencia el 1 de diciembre de 1934, el cine mexicano tenía cuatro años de haber entrado a la era sonora y estaba en una etapa de pedagogía revolucionaria.




El país estaba urgido de bases comunes y lazos colectivos. El cine y la radio se anticipaban a la televisión en esa tarea. En 1938, año de la expropiación del petróleo, el fondo cinematográfico era de 75 películas producidas. En 1939 Cárdenas decretó que en los cines se exhibiera por lo menos una película nacional al mes, lo que confirma, dice Monsiváis, por un lado el valor como instrumento cohesionador que se concedía desde entonces a ese medio y por otro la necesidad de poner un dique a las campañas de propaganda cinematográfica orquestadas por norteamericanos, alemanes, ingleses y franceses en suelo mexicano.




En aquellos años las potencias que pronto se enfrentarían en los campos de batalla tenían clara la enorme fuerza del cinematógrafo como medio de penetración cultural y fuente de divisas. Cuando Hitler ascendió al poder, una de sus primeras medidas fue revitalizar y fortalecer la industria cinematográfica alemana para competir con la de Estados Unidos. El nazismo reorganizó la empresa Universum Film Aktien Gesselschaft (ufa) y financió con importantes recursos sus redes de distribución.




México era entonces un hervidero de espías. Boches, italianos, taka takas, franceses, gringos, hijastros de la Pérfida Albión, canadienses y una nutrida y colorida fauna de policías chino, estaban asentados en el país vecino del poderoso gigante del norte. Ortiz Garza recuerda que el 2 de mayo de 1934, en plena campaña electoral de Lázaro Cárdenas, reapareció la ufa en México con una solemne premier presidida por el Ministro de Alemania. Al año siguiente, en 1935, de las 15 películas que en México lograron rebasar las dos semanas de permanencia en cartelera, seis fueron alemanas. Alemania “tendía de nuevo su cerco de celuloide”.




Aurelio de los Reyes hizo el siguiente recuento de películas exhibidas en México en aquellos años:
































La censura gubernamental se opuso a la utilización del cine mexicano como instrumento de cualquier denuncia. En los treinta, dice Monsiváis, “la intención del cine es pedagógica, para fortalecer la vigencia del movimiento armado de 1910 y los ideales, incumplidos en la realidad, a que dio lugar. El cine no sustituye al folletón: elabora un relato donde el folletón es un precursor lejano, propicia la ficción de un pasado, de un organismo de tradiciones […]”, que, pese al impulso cardenista, opera como un refrendo de la moral porfiriana en donde quedan excluidas la política, la pobreza extrema, la crítica social y la sexualidad abierta.



En 1936, México devasta el mercado latinoamericano con Allá en el Rancho Grande de Fernando de Fuentes. Contra la reforma agraria cardenista se promulga una utopía azucarada. ¿Su repertorio? Un Edén aún intacto, la figura simpática y humana del hacendado, el gracioso servilismo de los peones, la ronda incansable de palenques y guitarras. La hacienda porfiriana como eterno Rancho Grande.



El Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad (dapp), brazo propagandístico del cardenismo, le dio gran importancia al cine y tal como se hizo en el caso de la radio, se explotaron al máximo sus posibilidades mediante un marco legal que otorgaba al gobierno facultades estratégicas para su manejo y dirección. El dapp tuvo facultades para dar una adecuada “orientación” a la industria. Como era de esperarse, en el ambiente de libertad de expresión que privó en el cardenismo -pese a las medidas de control y dirección que el régimen impuso- se dieron agrias disputas sobre la censura ejercida, destinada, uno supone, a salvaguardar la moral y los valores nacionales y a fomentar la unidad en torno al proyecto político del cardenismo. Los viejos historiadores de los medios, como mi querido y admirado Arno Buckholder, recuerdan bien aquella agria disputa entre la revista Hoy de Regino Hernández Llergo y el director del dapp Agustín Arroyo sobre los contenidos cinematográficos.



Dice Mejía Barquera que el dapp era un mecanismo para controlar eficazmente no sólo la información oficial, sino cualquiera que se transmitiera a través de los medios masivos. La autoridad otorgada al organismo para ser el canal informativo para la prensa nacional y extranjera y las agencias informativas tenía como propósito, según parece, evitar o limitar las informaciones negativas sobre el régimen y su proyecto que pudieran generar corrientes de opinión contrarias al cardenismo. Lo mismo puede decirse de la disposición para que fuera el dapp la instancia a cargo de autorizar –o no- la exhibición comercial de películas cinematográficas así como supervisar la propaganda y la publicidad en las estaciones radiodifusoras comerciales y culturales.



El dapp produjo 12 películas e inició 8 más de tipo educativo y documental, con versiones en español, inglés y francés. Fue destacada la participación de cineastas y actores reconocidos con el fin de difundir el proyecto educativo y la campaña de unidad nacional, así como la defensa del indígena, a quien se trataba de incorporar a los planes culturales y económicos del régimen. Este medio también se utilizó como registro y difusión de las actividades y logros del presidente Cárdenas.



En la campaña de movilización que siguió al decreto expropiatorio del 18 de marzo, el dapp llevó a las salas cinematográficas del país cortos con títulos como 18 de marzo de 1938, El petróleo nacional, Petróleo, la fuerza de México, México y su petróleo y Nacionalización del petróleo, en los que se ensalza la jornada expropiatoria mediante una técnica muy semejante a las películas de propaganda norteamericanas e inglesas en boga como aquella famosa The Lion has Wings de Adrián Brunel: tomas amplias de las multitudes, cerradas sobre mantas y consignas; acercamiento a los rostros, en particular de los jóvenes; paneos lentos sobre símbolos nacionales como la Catedral Metropolitana y tomas de elementos que subrayan fortaleza para la eventual lucha contra el enemigo, como aviones de la Fuerza Aérea Mexicana en pases bajos sobre la multitud. Es el caso de Nacionalización del petróleo (17’ 30’’), dirigida por Gregorio Castillo y narrada por Manuel Bernal, en donde con una interesante edición de intercortes se exalta el patriotismo, la mexicanidad, la energía, la fortaleza y el liderazgo -esto último con aterrizajes en la figura del general Lázaro Cárdenas- en momentos de grave peligro para la Patria.



De la misma manera que norteamericanos e ingleses, el dapp recurrió a directores reconocidos y a voces identificadas en el imaginario popular para llevar un mensaje eficaz. Castillo era un cineasta en ascenso (en los cuarenta dirigiría a La Doña María Félix) y Bernal, llamado “el más brillante locutor de la radiodifusión mexicana” era un declamador que deleitaba noche a noche a los radioescuchas de la xew, “La voz de América Latina desde México”.



Las escenas de la manifestación del 23 de marzo filmadas por el dapp en el zócalo de la capital de la República, frente al Palacio Nacional y a la Catedral Metropolitana, fueron utilizadas consistentemente durante el sexenio en las salas cinematográficas. Incluso se colaron a la película Rosa Blanca (1961) de Roberto Gavaldón, basada en la novela homónima de Bruno Traven sobre un hacendado de Veracruz que las petroleras asesinan para apropiarse de sus tierras y abrir un campo petrolero. Esta película estuvo inexplicablemente prohibida durante once años. Se estrenó en 1972.



Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.


30/3/11


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