El paisaje en la guerra

Miguel Ángel Sánchez de Armas



Hoy, un regalo especial de verano para los lectores: porciones de El paisaje en la guerra de Edmundo Valadés, texto prácticamente desconocido que confirma a Edmundo no sólo como gran cuentista y uno de los difusores culturales más importantes del siglo pasado con la revista El Cuento, sino como un ensayista de excepcionales dotes.


“Uno de los grandes personajes en la que se conoce como novela de la Revolución Mexicana, lo constituye el paisaje. Las llanuras, las montañas, las sabanas, el desierto, toda la naturaleza bronca o exuberante que fue escenario de la rebelión iniciada en 1910, enmarca, captada por la pluma de los escritores que lo describen casi siempre como testigos oculares, el sismo que empujó a México a la búsqueda de un nuevo orden social y político.


“Quizá nunca se ha reunido en toda nuestra literatura un mural geográfico, tan solidario del hombre en sus afanes de justicia y libertad, como el que está presente en la novela de la Revolución. El paisaje es allí, aparte propósitos estéticos, incitante elemento que influye y participa en decidir operaciones militares que puso en juego la estrategia espontánea e intuitiva de los improvisados capitanes que harán triunfar a la Revolución. Además, es visible su importancia como estímulo que lanza al pueblo contra el régimen y la sociedad que lo oprimían.


“Las altivas, soberbias moles montañosas de la Sierra Madre Occidental, en Chihuahua y otros estados norteños; los grandes desiertos, las tentadoras sabanas que abrían su inmensidad ante los ojos de seres explotados, alientan a huir, a «irse al monte», a la sublevación contra un sistema pródigo en injusticias, porque el paisaje ofrece albergue seguro para prender y mantener el fuego de la protesta armada, para solapar la guerra de guerrillas a salvo de la represión de las tropas federales, de las guardias blancas, del feroz aparato policíaco.


“Tal calidad está advertida en las novelas de la Revolución Mexicana y por eso el paisaje adquiere en ellas un sentido que excede al de la simple descripción. Pocos como Rafael F. Muñoz tienen conciencia de ello en los hechos que va a narrar. He aquí una observación reveladora, por la que comprendemos que, a veces, no fue nada más el hombre el que se adentró en el paisaje, sino que el paisaje fue al hombre, como aliado suyo: Entonces se acercó a nosotros una gran planicie, se metió bajo las patas de los caballos y así se fue desenrollando. Parecía una mujer que se nos ofreciera y la tomáramos ávidamente: al galope. ¿No es exacto aquí como el paisaje se lleva a los revolucionarios a su jornada bélica? Muñoz, dueño de aguda mirada, descubre que la naturaleza no es algo estático, sino que tiene movimiento, que se confunde con la prisa de los hombres: …allá se va el mezquite correteando por el llano, como un muchacho travieso que sigue la puesta del sol.

“O esto:

“Era el mismo mezquital, compacto e invasor, que llegaba hasta los bordes inclinados del terraplén para tocar con sus ramas los discos rodantes y las tablas de los carros. Y al pasar a la carrera ante nuestra puerta, el mezquite me fascinó, me atrajo hacia él, me hizo completamente suyo.

“La obra de Muñoz es rica en espléndidas pinturas del paisaje norteño, ya como fondo de las acciones de Pancho Villa a la de los personajes de Se llevaron el cañón para Bachimba: …el perfil de las montañas contra el cielo, que de azul negro se iba tornando plomizo; después pareció que detrás de esas montañas se incendiaba un gran pajar. Es constante la presencia del ambiente físico: …nos encontramos con que la hostilidad del monte se iba desvaneciendo; era como si el frío de las estrellas lo hubiera diluido…, o …emprendimos el avance por un llano tan vacío que se diría que por ahí no hubo ruidos nunca [...]


“No es Othón, sino Mariano Azuela quien describe: El angosto talud de una escarpa era una vereda entre el peñascal veteado de enormes resquebrajaduras y la vertiente de centenares de metros, cortada de un solo tajo. (Aquí el novelista y el poeta tienen casi los mismos ojos, pues Othón había dicho: …en el hondo perfil, la sierra altiva / al pie minada por horrendo tajo. / Bloques gigantes que arrancó de cuajo / el terremoto, de la roca viva….


“Un personaje de Azuela, a bordo de su caballo, trepa a una cima: Cuando escaló la cumbre, el sol bañaba la altiplanicie en un lago de oro. Hacia la barranca se veían rocas enormes rebanadas; prominencias erizas como fantásticas cabezas africanas; los pitayos como dedos anquilosados de coloso; árboles tendidos hacia el fondo del abismo. Y en la aridez de las peñas y de las ramas secas, albeaban las frescas rosas de San Juan como una blanca ofrenda al astro que comenzaba a deslizar sus hilos de oro de roca en roca.


“Al atardecer, la noche, el alba –pues los revolucionarios vivían casi siempre a la intemperie, bebiendo el paisaje por todos los poros-, le inspiran estas imágenes al autor de Los de abajo: …las nubes crepusculares como gigantescos cuajarones de sangre…, o A esa hora, como todos los días la penumbra apagaba en un tono mate las rocas calcinadas, los ramajes quemados por el sol y los musgos resecos [...]


“Las proezas de Villa, de los dorados, tienen un ámbito natural portentoso y sus hazañas crecen, asociadas a la inmensidad del paisaje. Grandeza y barbarie; generosidad y violencia; idealismo y pillaje se confunden en el gran cataclismo social que sacudió a México. Martín Luis Guzmán ve la violencia de Villa –los escritores estuvieron tan cerca de ella que los confundió a veces- y la contrasta con el paisaje:


“Y la sierra abrupta, la sierra inmensa, cuya calidad estética suprema se debe al juego de la luz con los caprichos más nítidos de la superficie y de la línea, vivía de boca en boca el contraste entre su belleza de claridad y la negra leyenda de sus incursiones bárbaras.


“Cerca de la fusilería –los 30-30 de los corridos-, los novelistas de la Revolución vivieron muchas de las peripecias de esa gesta histórica. En trenes, en caballos, a pie, en los vivaques, ante sus ojos pasaron no sólo los hombres y las batallas sino el paisaje, la geografía mexicana y se destiló en su recuerdo como vino generoso. Después de que Alfonso Reyes instauró en una frase feliz –y ya un signo heráldico del Valle de México- la diafanidad atmosférica del altiplano (Viajero: has llegado a la región más transparente del aire), es a Martín Luis Guzmán a quien fascina la claridad matinal que envuelve a la metrópoli, y en tanto a su alrededor ensordecía el estruendo de las luchas civiles, el paso de los ejércitos revolucionarios, sus pupilas abiertas absorben la luminosidad del Valle: Era un día claro –con esa claridad, sólo de México, que acerca a las montañas y convierte el aire en transparencia pura», dice embelesado, para continuar: La mañana era soberbia. Húmeda y prodigiosamente transparente, la luz bañaba todo en claridad –en claridad perfecta, en claridad que parecía embeber las cosas son tocarlas… […]


“Apasionado –él fue siempre una pasión viva-, atraído por las fuerzas cósmicas, José Vasconcelos se deja sacudir y estremecer por el paisaje, en sus correrías revolucionarias, cuando todavía sus ojos eran generosos. Ante las debilidades humanas, siente la exaltación íntima y poderosa que estimulan las creaciones de la naturaleza.
Pensador, el paisaje lo hace más artista y más filósofo. Cómo resultan mezquinas –apunta- todas las luchas del hombre y cómo sería hermoso vivir de eremita para contemplar la naturaleza en su plenitud gloriosa.


“Si a Vasconcelos lo gana y domina el prejuicio para juzgar a los hombres, ¡qué plenitud la suya para sentir, para beber, para penetrar en el misterio del paisaje, como si coincidiera con González Martínez en torcerle el cuelo al cisne «que no siente el alma de las cosas»! con «inquieta pupila», José Vasconcelos es capaz de definir su emoción al contemplar una serie de impresionantes cimas, a bordo de un tren, cuando corre tras su más intensa vida, en la marea revolucionaria. Ante la grandeza del paisaje, en una de sus formas más fascinantes, el abismo, él se siente -la primer conciencia humana que se sobrecoge al capricho de las fuerzas creadoras.

“Páginas imponderables escribe Vasconcelos en el Ulises criollo y en La tormenta, expresando sus reacciones ante la naturaleza mexicana. Y antes de describirla, fija su exaltación espiritual ante su panorama: Pero también nace de la vista del campo primaveral no sé qué anhelo de superar el deseo concreto y un amor se difunde organizando la naturaleza en jerarquías. Viviendo a venturas extraordinarias, con toda su pasión desbordada y que nos confía con una sinceridad admirable, a la que pocos escritores se han atrevido, halla en la contemplación de la abrupta o feraz geografía de su patria, instantes para desprenderse de su condición humana, torturada por deseos, arrastrada a mezquindades políticas o a las debilidades de la carne:

“La travesía de una cañada, probablemente el río Pilón, fue como vivir un poema de campestre lirismo. En la mañana clara los riscos refulgen. La vereda sube y baja por el flanco de los cerros; asoma en algunos trechos al llano y en otros baja hasta confundirse con las piedras del arroyo. Una corriente cristalina susurra y la arboleda se prolonga rumorosa de frondas, cautivante de trinos de aves. Las retamas aroman el aire. Y se nos antoja que vamos de paseo con rumbo a alguna feria rústica o en viaje de amantes por la claridad dichosa [...]


“Sigamos transcribiendo, que no hace falta más cuando se oye hablar así a Vasconcelos:

“La selva, por su parte, alcanza alturas de cumbre y compone oleajes de verdor. Se antoja meterse a su entraña obstruida de bejucos, yedras y ramazones, poblada de guacamayas y pericos, gatos monteses y pumas. La sensación de vitalidad inexhausta contagia y expande el ánimo. Se siente que la vida tiene arraigo en el planeta. La belleza no es allí una elemental combinación de líneas y de tonos, sino muchedumbre de paraíso que encuentra su ritmo en la fragancia de los hálitos y en el clamor múltiple de la vida [...]


“Escéptico de su propio país, de sus dirigentes, a los que fustiga a veces en páginas de injusta perspectiva o a los que niega llevado de sus extremosas posiciones, no puede menos que expresar su emoción ante la naturaleza. Y si México es para él lo negativo -…una de las más altas bellezas que es dado contemplar al ojo humano, y una de tantas del México maravilloso, nación en que la gente acumula ignominia y horror a la par que despliega inefables panoramas la naturaleza-, una de nuestras más altas cumbres le da motivo para escapar de sus dudas morales:

“A medio río, en la anchura mayor se contempla el fondo, hacia occidente, casi próxima y a una altura increíble, la Sierra Madre Oriental de macizos ciclópeos. En un catálogo de las bellezas naturales del mundo, panorama tal ocuparía el primer lugar reservado a las obras maestras… [...]


“Considerando la importancia que los novelistas de la Revolución otorgan al paisaje, se concluye que fue factor para situar el campo que se libraron las más grandes batallas. El más notable guerrillero dueño de una intuición táctica asombrosa y por momentos genial, Pancho Villa, nos parece, militarmente hablando, un producto de la geografía norteña. En sus incursiones de hombre fuera de la ley, se identificó con las imponentes montañas, con las sabanas, con la topografía formidable de Chihuahua, a la que hizo su mejor aliada. Asó lo narran todos aquellos escritores.

“Otro novelista, J. Rubén Romero, posee la particularidad de ver el paisaje con ojos de feligrés liberal:


“Entretanto, la luz entonaba su sinfonía de colores; primero el blanco de las nubes, tenue jabonadura para que el sol se rasurase; después el rojo de los holanes deshilachados del poniente y el verde amarillo de los cerros que parecían casullas de los domingos de Cuaresma, o capas pluviales ornamentadas con el oro que la Iglesia niega a los pobres

“Curiosas asociaciones percibe el autor de Pito Pérez: La casa de los Rafaeles, con su corralito a la espalda, vista desde lejos, parecía un indio descansando en la soledad del crepúsculo, con el huacal al hombro.


“De ese infortunado escritor muerto trágicamente cuando había anticipado las promisorias posibilidades de su pluma, Cipriano Campos Alatorre, son estos pincelazos entresacados de su libro Los Fusilados:


“La mañana era gris y había nubarrones negruzcos y revueltos, como tizne embarrado a escobazos sobre el muro plomizo de una cocina. Sólo en Oriente flameaban las nubes del celaje tintas en un bermellón tinto y cenizo. Pero como a eso de las doce, el cielo se despejó completamente, y el sol reverberó como nunca sobre el lomo trigueño de la tierra [...]


“La Revolución, como se ve, identificó por vez primera al mexicano con el ámbito natural. Lo puso y lo adentró en lo suyo. Fue, también, una revelación estética de la que habría de derivarse el genio pictórico de sus grandes maestros pintores.”


Profesor – investigador en el
Departamento de Ciencias de la
Comunicación de la UPAEP Puebla.

24/6/09


sanchezdearmas@gmail.com

Propaganda y sobrevivencia política

Por Miguel Ángel Sánchez de Armas



A lo largo de los primeros años del siglo XX, mientras el Porfiriato se aproxima a su fin, durante la Revolución y en la reorganización del país, se registran las primeras campañas de propaganda anti mexicana de la era moderna, desatadas por la disputa por el petróleo. Díaz había dado un fuerte impulso a la inversión extranjera, en particular la destinada al desarrollo de los campos petroleros, y adecuó el marco legal para otorgar a los extranjeros la propiedad de los yacimientos, violentando un principio jurídico que venía desde la Colonia y reservaba, primero a la Corona y después a México, el dominio sobre los yacimientos. Así que las empresas vieron con creciente alarma el giro nacionalista y antiimperialista que daba la revolución triunfante y las crecientes evidencias de que se revertiría a la nación la soberanía de las riquezas del subsuelo.


La nueva Constitución mexicana y su artículo 27 pusieron en pie de guerra a las petroleras. Edward L. Doheny, dueño de la Mexican Petroleum Company, cabildeó personalmente y a través de terceros para forzar la mano del gobierno norteamericano a una invasión. Organizó un comité de hombres de negocios contra las anunciadas medidas nacionalistas en México, contrató a especialistas en propagada e invirtió en ellas millones de dólares. Hay estudiosos que creen que Doheny financió a los asesinos de Venustiano Carranza:
Fueron años de dificultades y peligros para el país. Los campos petroleros de Tampico estaban entre los más productivos del mundo y Estados Unidos, por su propio crecimiento industrial y ante la posibilidad de una guerra europea, los consideraba esenciales para su seguridad nacional. Entre 1914 -cuando el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados en un complot en el que participó la Embajada de los Estados Unidos hombro con hombre con Huerta, y tuvo lugar la ocupación del puerto de Veracruz por tropas norteamericanas- y 1938 -cuando el gobierno de México decretó la expropiación de las empresas petroleras extranjeras-, la amenaza de una guerra se extendió sobre las dos naciones. Atizando vigorosamente ese desenlace estaba la mano de las petroleras.


Una inquietante pregunta que surge al revisar la sucesión de acontecimientos que llevaron a la expropiación petrolera es: ¿los Estados Unidos estuvieron dispuestos a utilizar la fuerza para garantizar el suministro de petróleo mexicano? En otras palabras, ¿la intervención armada estuvo entre las opciones analizadas por Washington para enfrentar el conflicto? No hay una respuesta fácil y tampoco hay una respuesta única. Por una parte, se debe suponer que los planes de contingencia debieron incluir un escenario armado; por otra, México y los Estados Unidos de 1938 eran otros países; el mundo era otro. El vecino nuestro que hoy invade y ocupa países y sacrifica vidas e invierte recursos inimaginables para garantizar el flujo de combustible en el Medio Oriente estaba a tres generaciones en el futuro. En 1938 Roosevelt tenía complejos problemas internos y el escenario internacional era de alta peligrosidad. Unos días antes de la expropiación, la Alemania nazi había anexado a Austria y la certeza de que los EU eventualmente se verían involucrados en una guerra europea colocó al “problema mexicano” en el cajón de los asuntos domésticos. Además, México no era un pequeño país al cual se podía tratar de controlar con la infantería de marina. Aparte de ser otros tiempos, otras las políticas y otro el mundo, alguna experiencia habían dejado los resultados del desembarco de 1914 en Veracruz.


Tampoco Estados Unidos tenía entonces el ejército y la marina en los cuales estamos acostumbrados a pensar, construidos y expandidos durante y después de la segunda guerra mundial. En 1938, el ejército tenía unos 147 mil hombres, con tres cuartos de esas fuerzas dispersos entre 130 puestos, la mayoría del tamaño de un batallón, en el territorio de Estados Unidos. El otro cuarto estaba estacionado en el exterior, sobre todo en la Zona del Canal y en Filipinas. La guardia nacional contaba con 200 mil hombres, eventualmente movilizables. La armada tenía 113,617 marineros y 18,223 infantes de marina (marines), con la mayor parte de la flota concentrada en la costa del Pacífico para defenderla contra la más verosímil amenaza naval, la del Japón.

En México, Lázaro Cárdenas y su hombre de confianza Francisco J. Múgica, militares con un desarrollado sentido estratégico, habían llegado a la conclusión de que difícilmente el vecino del norte se embarcaría en una aventura militar, particularmente cuando el conflicto entre los trabajadores y las empresas se había complicado por la negativa de éstas a someterse a la ley del país huésped. El gobierno de Roosevelt tenía empeñada su palabra en una “política del buen vecino” y en las conferencias panamericanas se había comprometido a poner fin a su política de intervenciones armadas. Como lo expresara en 1989 un estudiante de doctorado de la Universidad de Columbia, “Dos militares se habían consultado y habían acordado la expropiación, no en las oficinas de la ciudad, sino según los modos de decidir en las campañas donde ambos habían combatido […]. En sus previsiones entraban la situación internacional y sus relaciones de fuerzas; en sus ánimos, los reiterados agravios de las empresas; en sus cálculos, el factor sorpresa para paralizar y eventualmente dividir al adversario”

No se debe perder de vista que en marzo de 1938 el apoyo popular al cardenismo se erosionaba aceleradamente por el deterioro de las condiciones de vida; la oposición política al régimen iba en ascenso; la prensa casi en su totalidad era contestataria y la situación internacional se complicaba día a día. Además de consideraciones de otra índole, era claro que la salvación del cardenismo estaba en la organización de un gran movimiento de cohesión interna, y éste fue la expropiación de las empresas petroleras. No faltan los estudiosos que sugieren que de no haber dado el paso de la expropiación, el gobierno cardenista no hubiese llegado al final de 1938. “Nunca soñé que fuera posible un movimiento de tales dimensiones. La gente creía llegado el día de la salvación”, recuerda en sus memorias el entonces Embajador de los Estados Unidos.


Cárdenas consignó en sus Apuntes la conveniencia de “un paso peligroso pero definitivo, sobre un remedio temporal que únicamente agravaría y prolongaría la enfermedad”. Pero de que tenía conciencia del peligro que se agazapaba en el terreno a transitar, da cuenta el recuerdo de su esposa: “La noche del 18 de marzo, entre las once y doce la noche, me pidió el General que despertara a Cuauhtémoc y lo bajara a su despacho para tomar una fotografía”. ¿Pensaba Cárdenas en un último recuerdo en vida con su familia?

Se ha repetido hasta la saciedad que la expropiación petrolera de 1938 es uno de los episodios nacionales del siglo XX mexicano más estudiados (quizá el más). La bibliografía al respecto es abundantísima, pero sorprende que el papel que jugaron las políticas de comunicación y las estrategias de propaganda, no haya recibido una atención igual.


Puede proponerse con certeza que el gobierno cardenista ha sido el único de la postrevolución que articuló políticas públicas de comunicación (en tanto que sus sucesores sólo han tomado medidas administrativas y coyunturales en este terreno) y que apoyado en ellas pudo articular una movilización masiva que dio cohesión y revitalizó políticamente al régimen, al mismo tiempo que le permitió eventualmente llevar la delantera en la guerra de propaganda que siguió a la expropiación.


La biografía de Cárdenas lo encuentra en casi todas sus etapas cerca de los medios y desde muy temprano entendió su capacidad de movilización. Está documentado que estuvo familiarizado con las teorías de Gustave Le Bon, y no hay razón para no creer que no las haya aplicado a su política de masas (Le Bon tuvo gran influencia con sus teoría sobre el inconsciente y la acción social y su pensamiento puede verse reflejado en las técnicas de liderazgo de los populismos del siglo XX). Tampoco es difícil suponer que haya conocido los trabajos del Comité para la Información Pública (CPI, por sus siglas en inglés), la oficina de propaganda organizada por Washington bajo el mando de George Creel para crear en la opinión pública norteamericana una actitud favorable a la participación en la primera guerra mundial. Y desde luego tuvo que estar familiarizado con los principios y teoría de la propaganda nazi. En este contexto, parece claro que Cárdenas, al mismo tiempo que organizó y condujo a buen fin una de las acciones político-económicas más importantes del México moderno, también concibió y aplicó una estrategia de comunicación que dio a la expropiación un profundo sentido de pertenencia nacional y convirtió al petróleo en uno de los símbolos de la mexicanidad que hoy en día está en el ADN cívico de los mexicanos, al lado del idioma, de la tortilla y de la Virgen de Guadalupe.


Molcajeteando

El mecanismo de expropiación, amparado en la ley de 1936, se percibía como una provocación a la que Estados Unidos podría responder con la fuerza y no a través de las vías diplomáticas, de tal suerte que incluso personeros de la “izquierda nacionalista” como Vicente Lombardo Toledano creían prudente no provocar al poderoso vecino. Magdalena Mondragón refiere que después de una reunión que el entonces líder de la CTM y Juan Garay, del Sindicato Petrolero, tuvieron con Cárdenas en Los Pinos, aquél llegó a la Universidad Obrera “sumamente agitado y con gran alarma expresó sus temores de que los barcos de guerra ingleses y estadounidenses se presentaran en los puertos mexicanos”.
Fernando Benítez consigna otro testimonio: “Lombardo me dijo que la solución era sumamente peligrosa y que creía que no era conveniente llegar a ese extremo [de la expropiación]. Bastaría con una ocupación temporal de sus bienes. Pensaba en la reacción de Estados Unidos y en el gran peligro que podría significar el que ejercitara represalias”.




Profesor – investigador en el Departamento

de Ciencias sociales de la UPAEP – Puebla.

sanchezdearmas@gmail.com

17/60/09






El nuevo continente virtual

Por Miguel Ángel Sánchez de Armas



Internet es un nuevo continente, donde poco a poco se instala todo lo que existe en los continentes reales pero sin las limitaciones de la materialidad: bibliotecas, centros de referencia, bases de consulta de información, tiendas y diarios. Es previsible que en un futuro muy cercano los internautas asistan al cine, obtengan consultas médicas, se presenten ante un juez y pidan auxilio a la policía por este medio. Ya hace tiempo que las reservaciones de hotel y las compras de boletos de avión, tren y autobús son cosa común, lo mismo que servicios astrológicos y, en una secta norteamericana, asistencia espiritual. Un lugar extraño, que tiene una realidad como la del pensamiento: no se ve, no se toca y sin embargo allí está, cargado de importancia.


En 1999 –hace pocos años calendario en la vida terrestre pero años luz en el nuevo continente- Josef Rusnak y los hermanos Wachowski exploraron el más allá de este nuevo territorio en dos películas estremecedoras: El piso 13 y Matrix. En ambas, la sociedad como la conocemos es una realidad generada externamente para mantener a los seres humanos en la ilusión de una vida propia. También Stanislaw Lem y Herbert Brown, en una época anterior al nuevo continente virtual, soñaron con esta “nueva realidad”: recordamos las pastillas alucinógenas del primero y la “especie” de los pilotos astrales del segundo. Hoy mismo un experimento llamado “second life” propone una sociedad de cadenas binarias. El nuevo continente comienza a perfilarse como la futura realidad, lo mismo que el descubrimiento de América lo fue hace 500 años o, mejor, el hallazgo de la simetría geográfica inversa intuida por Herodoto.


El nuevo continente parece seguir ciertas reglas históricas. Así como los persas y los romanos desarrollaron la más avanzadas infraestructura de caminos para facilitar el tránsito de sus ejércitos e inadvertidamente proporcionaron un sostén a la cultura occidental, la internet fue diseñada y creada por razones militares durante la guerra fría y como aquellas rutas militares eventualmente se subordinó a necesidades civiles: la “supercarretera de la información” derivó a usos que la inteligencia castrense no había previsto.


Al principio, Internet era un continente de especialistas, como la Antártida. Se iba allí a investigar algo preciso y había que saber mucho para moverse. Eso cambió el 12 de noviembre de 1990, cuando Tim Berners-Lee parió lo que hoy llamamos la World Wide Web, el big bang del nuevo continente virtual que de manera exponencial creó su materia, dio lugar a sus galaxias y hoy siembra una civilización en su tercer planeta. Comenzó por el arribo de colonos privados, comerciantes y empresas. Y luego vino la inmigración masiva. Otra analogía histórica es que este nuevo continente también tiene su linguae franca: el inglés.


Su realidad hoy: eBay, fundada en 1996, obtuvo en 2006 utilidades por seis mil millones de dólares. Hace año y medio se hacían dos mil 700 millones de búsquedas por Google en un mes. Visitantes de MySpace: 60 millones, con 230 mil nuevos afiliados cada día. Como país sería el octavo más grande del mundo. Visitantes de YouTube desde septiembre de 2005: 100 millones.

La cantidad de información técnica se duplicaba, en 2006, cada dos años. Para 2010, en dos años más, se duplicará cada 72 horas.


A muchos preocupa la globalización. Insensible pero tenazmente, las herramientas transformadoras del nuevo continente virtual trabajan para el cambio: el internet, los cientos de canales de “televisión directa al hogar” (¿alguna no lo es?), las computadoras que son obsoletas apenas acabamos de aprender a operarlas, la telefonía digital y las decenas, cientos, miles, millones de adminículos que nos tienen enchufados.


Los aficionados al séptimo arte recordarán la escena de Congelados en donde la apetitosa Nina (Sandra Bullock) convida a John Spartan (Silvester Stalone) a una sesión amorosa. El fortachón se relame los carrillos al verla aparecer en una ajustada bata de seda... y se desinfla cuando la damisela produce dos cascos de videojuego para un encuentro de sexo virtual. ¡Dios! ¿Será que para allá vamos?


En el nuevo continente virtual ¿la identidad y los valores nacionales serán licuados, homogeneizados y condensados? ¿La disolución de las fronteras dará lugar a un mundo en el que no tendrán cabida más que los cibernautas? Si en Europa circula una moneda común, ¿será que en América el spanglesh –con una salpimentada de portugués- sea la próxima linguae franca que arroje al castellano al basurero de la historia y que los shopping centers sustituyan a las centrales de abasto?


Es posible que el advenimiento del nuevo continente virtual no sea tan negro como se percibe. Incluso algo de Renacimiento tenga –en el sentido que le dieron Vico y Michelet-, y pudiera ser fuente de optimismo más que de desesperanza. Ya algunos macabeos se organizan en la defensa de su mundo. Desde la Alta California: “Yo no quiero que se me pueda localizar cuando no quiero ser localizado. El celular es intruso; uno no lo controla, sino al revés: el aparato controla a uno. La computadora, en cambio, la domino yo, siempre consciente de sus vulnerabilidades y de las violaciones personales a que me expone. Me permite realizar trabajos que hace muy pocos años eran impensables; no así el celular, que no me permite hacer absolutamente nada sustancial que, con un mínimo de paciencia, no podía hacer ya perfectamente bien con el viejo aparato de antaño.”


Al otro lado del globo se dio un caso que dice otra cosa. Li Datong, editor de un periódico chino, denunció en la página web del diario un plan del PC para retener el salario de reporteros incómodos al sistema. La noticia corrió como reguero de pólvora en mensajes de texto de celular a celular y el alud crítico fue de tal magnitud que las autoridades dieron marcha atrás... sin arrestar a Li Datong. Al dispersar la información, las nuevas tecnologías por lo menos le hacen la vida difícil a los censores en la tierra del llorado camarada Mao.


Entonces quizá habría que comenzar por cuestionar el significado que damos al término nuevo continente virtual. La imprenta de Gutenberg fue una nueva tecnología que dio lugar también a un nuevo continente. Antes de la aparición del tipo móvil, en toda Europa había apenas unos cuantos cientos de miles de libros y una gran biblioteca podía presumir 600 títulos. Bastaron breves décadas para que el acervo bibliográfico del Viejo Continente creciera a millones de ejemplares, gracias a la nueva tecnología. Esto abrió las puertas a un nuevo mundo cuyos efectos vivimos hoy, como dentro de mil años nuestros descendientes estudiarán con interés cómo fue que la internet disparó las semillas de su civilización.


Como lo quería Santayana, debemos atender a la memoria histórica para enriquecer el presente. Toda nueva tecnología sólo tiene sentido si es puesta al servicio del Hombre y de la Libertad. Así, con mayúsculas.


La industrialización (con su estandarización de jornadas y lugares de trabajo, horarios de transporte, etc.), las instituciones de adoctrinamiento centralizadas (educación, militarismo), y la proliferación de los medios masivos, comenzando por el libro y seguidos por los diarios, la radio, la televisión y el internet, contribuyeron a crear una sensación antes desconocida: la “ciudadanización comunitaria”.


Las nuevas tecnologías han achicado al mundo hasta las dimensiones de la sala de nuestra casa. El ejemplo que ya es lugar común de la Guerra del Golfo sirve para ilustrar el punto. Pero no puede uno dejar de pensar en otros, reales y posibles.


La radio, los satélites, la televisión y el internet, no reconocen barreras aduanales o bandos de no internación. Hubo un tiempo en que un gobierno podía secuestrar periódicos y revistas en las garitas y aeropuertos y así detener informaciones indeseadas. Ahora eso es imposible. Los medios empujan la globalización con tanta o más energía que los tratados comerciales o los acuerdos de integración.


Hoy gracias a la red, un grupo rebelde que ha declarado la guerra a un gobierno legítimo puede, cosa antes imposible, circular por el mundo proclamas subversivas sin que ese gobierno pueda hacer nada al respecto. Los cárteles internacionales de la droga y el lavado del dinero coordinan sus estrategias internacionales sin que corporaciones policíacas tan poderosas como el FBI o la Interpol logren interceptarlos. Criminales de cuello blanco, con la ayuda de una computadora personal, abren cuentas en bancos extranjeros a control remoto y zigzaguean los fondos para burlar a las autoridades. Un defraudador en Mónaco puede tener socios en Anaheim, Oslo, Praga, Buenos Aires o Guanajuato, y concluido su negocio no le sería difícil solicitar una visa en alguna embajada virtual para trasladarse a otro país. Las fronteras que nuestros abuelos conocieron han dejado de ser. ¿Estamos preparados para ser ciudadanos de este nuevo mundo?

Si algo caracteriza a los seres humanos es su infinita capacidad para reincidir en la sinrazón y repetir –corregidos y aumentados- sus errores. Parecemos negados al aprendizaje. La contumacia está en nuestro ADN social. ¿Habrá que citar ejemplos? La primera guerra mundial fue “la guerra que terminaría con todas las guerras”, la lección de Vietnam inocularía a los Estados Unidos contra el virus del policía mundial, las hambrunas y genocidios en África promoverían la solidaridad internacional, el ejemplo de las sangrientas dictaduras modernas, de Pinochet a Idi Amín, sería el arranque de la nueva conciencia democrática internacional… Uno se explica por qué Santayana buscó refugio en un convento; hoy debe mirarnos con tristeza desde el más allá.


En el continente virtual ya se reproducen, como en espejo, todas las desigualdades y mezquindades que han hecho del continente real el caldo de cultivo del caos y la violencia. En el continente real el norte acapara riqueza, acceso a la información y el futuro; en el virtual sucede lo mismo. “Second life” está plagada de especuladores. En los avanzados centros tecnológicos del mundo se organizan las guerras del futuro. Los nuevos “barones salteadores” dejaron atrás las fórmulas de Ponzi y rapiñan el producto interno bruto de países débiles mediante fórmulas electrónicas y movimiento de capitales. Cientos de miles de seres humanos mueren en Medio Oriente para que en Occidente los consumidores se ahorren diez centavos en el galón de gasolina…


En el Olimpo tecnológico, los dioses ríen.



Profesor – investigador en el Departamento

de Ciencias sociales de la UPAEP – Puebla.

sanchezdearmas@gmail.com

10/0/09












Derecho a la no desinformación

Miguel Ángel Sánchez de Armas



De tarde en tarde descubro un artículo o una columna que quisiera haber escrito. En estos casos sigo el adagio de los poetas y “tomo lo mío donde lo encuentro” para colocarme cual caja de resonancia y compartir ideas que estimo relevantes. En esta oportunidad me es particularmente grato convidar a los lectores a la mesa de mi querido amigo y maestro Renward García Medrano, autor del texto cuyo título lleva esta entrega de JdO. Vale.

“Supongo que el derecho de los ciudadanos a la información pública conlleva el derecho a la no desinformación pública. Esto no lo dice la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, pero tampoco hace otras precisiones, por ejemplo, qué debe entenderse por información pública federal para efectos de esa ley, aunque la respuesta puede deducirse de la fracción XIV del artículo tercero, que enumera los ‘sujetos obligados’ por la misma: los tres poderes federales, los órganos autónomos, los tribunales administrativos federales y ‘cualquier otro órgano federal’.

“El presidente de la República es el titular único del Poder Ejecutivo y por ese hecho es uno de los sujetos obligados por la ley de información, y en consecuencia, a la no desinformación. Como no soy abogado y mucho menos especialista en este tema, me limito a colegir que una afirmación fragmentaria y no respaldada en pruebas tiene el mismo efecto que la desinformación sobre los ciudadanos como yo, que tratan de ejercer su derecho a conocer todo lo que atañe al interés social, sobre todo en temas delicados o trascendentes.

“Doy un ejemplo. Ha dicho el presidente Calderón que la recesión que sufre el país obedece a la crisis y recesión internacionales, lo cual es tan evidente, que pareciera no necesitar ser probado. Pero esta afirmación, por fragmentaria, desinforma, pues omite la otra parte de la verdad: que también hay factores internos, de gran relieve, que hacen más profundos la recesión y el desempleo. Da lugar a que se especule sobre los motivos del presidente de la República para colocar fuera del país la responsabilidad del desastre económico en que vivimos y a que el común de la gente, como yo, crea que la insignificancia y retraso de las medidas contracíclicas refleja el criterio de que si el origen de la recesión está fuera, la política económica de su gobierno está impedida para mitigar sus efectos y, sobre todo, que no requiere revisión ni corrección. Pero ese es sólo un ejemplo de desinformación, tal como yo la entiendo, y no el tema que me interesa ahora abordar.

“[El martes 2 de junio], al inaugurar la XXVI Sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, el presidente Calderón dijo, entre otras cosas, la siguiente: “La situación [de inseguridad en] que vivimos se ha venido acumulando y creciendo a lo largo de mucho tiempo; quizá se pensó que era un asunto manejable o inevitable; quizá se pensó que no tendría consecuencias serias en la vida cotidiana de los gobiernos o de los ciudadanos. El hecho es que ahora estamos pagando los costos de años de permisividad y tolerancia ante la criminalidad”.

“Esta afirmación coincide con una percepción generalizada y yo mismo la haría mía en una charla informal, pero no me atrevería a sostenerla, por ejemplo, en una conferencia o siquiera en un artículo periodístico porque no dispongo de información que la pruebe. Y como la ‘permisividad y tolerancia ante la criminalidad’ son formas de complicidad, tendría que probar mi dicho y entre las pruebas inexcusables estarían los nombres, fechas y datos. Si un particular debe probar sus acusaciones, sobre todo si entrañan la probable comisión de un delito, con más razón debe hacerlo el titular del Poder Ejecutivo Federal.

“¿Quiénes y cuándo fueron permisivos y tolerantes con la criminalidad? Yo puedo decir en privado e informalmente quiénes creo que lo hicieron. Pero si hablo a título oficial y en un foro como el Consejo Nacional de Seguridad Pública, debo exhibir la información en que baso mi dicho. Mi deber moral –y quizá jurídico— cobra importancia cuando estoy atribuyendo a otros una grave responsabilidad histórica y política: la de haber propiciado o permitido que el país quedara a expensas de la delincuencia organizada. Y si no puedo o no quiero probarlo, estoy obligado a abstenerme de hacer acusaciones concretas a personajes abstractos.

“Esta precaución es obligada cuando el que habla es el presidente de la República, lo hace en un foro como el mencionado y se refiere a un problema que pone en peligro la integridad del Estado. A diferencia de lo que yo diga o escriba, lo que dice el presidente es materia de difusión en los medios y para este objeto se suele reproducir, como es el caso, en el portal de Internet de la Presidencia de la República. Enterados por el Ejecutivo Federal de que otros fueron responsables de ‘la situación en que vivimos’, los ciudadanos, titulares del derecho a la información, no podemos limitarnos a identificar, sin más bases que nuestros personales prejuicios, a los servidores públicos que nos empujaron a un callejón al que todavía no le vemos salida. De esto, precisamente de esto se trata la rendición de cuentas.

“Respeto al presidente de México y nada haría para socavar su credibilidad cuando está enfrentado a un problema nacional de esta hondura. Lo respeto y respaldo aunque no comparta todo lo que está haciendo su gobierno en materia de seguridad pública y piense que hay tareas esenciales que no está haciendo en la Educación, por ejemplo, o en la promoción activa de la cultura de la legalidad. Precisamente por eso deploro que lo dicho ayer por él ratifique, quizá involuntaria pero evidentemente, el leitmotiv de la campaña difamatoria del líder del PAN contra otro partido”.


Molcajeteando…

Y ya en la vena de compartir, otro querido amigo, José Prats, me hizo llegar un artículo de Raúl Rivero, publicado en El Mundo de España, que es una delicia nostálgica para alguien como yo, apasionado de la fiesta brava, del periodismo y de la literatura, además de ahijado del banderillero Liborio Ruiz de feliz memoria. Hablo de aquel afamado “Pepe Faroles, crítico taurino”.

“Uno de los críticos taurinos más conocidos del siglo XX mexicano se llamaba Pepe Faroles. Era contemporáneo de un comentarista político que no brilló demasiado, pero era incómodo y escribía bien. Firmaba como Diógenes García. La verdad es que el experto en la lidia de toros y el analista de la actualidad política eran seudónimos de Josefina Vicens, la novelista que nada más necesitó dos libros para que la literatura hispanoamericana no pueda dejarla en el olvido.

“Era de Villahermosa, Tabasco. Nació en 1911 y se murió 77 años después en Ciudad de México, con una leyenda bordada a mano como guionista de cine, periodista de asuntos que en la época estaban reservados para los hombres y por sus dos novelas: El libro vacío (1958) y Los años falsos (1983).

“La señora Vicens escribió más de un centenar de argumentos para la cinematografía de su país. Tres de su guiones más reconocidos son los de los filmes Las señoritas Vivanco, Renuncia por motivo de salud y Los perros de Dios. La escritora llegó a ser presidenta de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México y el público en general, y muchos de sus compañeros, la consideraban como una viajera de paso en el siempre enrevesado dominio de las letras.

“El andamiaje del cine, sus despliegues de luces de artificio y sus dramas anegados de sombreros y lágrimas, no podía identificarse con las preocupaciones de la Josefina Vicens de las dos novelas.

“Sus libros son historias de gente solitaria, trabados en la nada de la existencia, en unos escenarios en el que los movimientos son falsos. Son las vidas de dos hombres mediocres atrapados. Uno, en el vacío; y el otro, en un medio machista que lo impulsa a fingir, a mentir y a perder su identidad.

“Josefina Vicens debía regresar a su casa cada día aterrada y llena de incertidumbres y tristezas. En 1958, después de leer El libro vacío, Octavio Paz escribe a la autora: «Es magnífico: una verdadera novela. Simple y concentrada, a un tiempo llena de secreta piedad e inflexible y rigurosa. Es admirable que con un tema como el de la nada -que últimamente se ha prestado a tantos ensayos, buenos y malos, de carácter filosófico- hayas podido escribir un libro tan vivo y tan tierno. Creo que los que saben que nada tienen lo tienen todo: la soledad compartida, la fraternidad en el desamparo, la lucha y la búsqueda», agrega.

“La obra de la Vicens es misteriosa y sorprendente. A cada rato se hacen simposios y reuniones para airearla un poco, para compararla con alguien y medirla con reglas que no pueden entender las dimensiones y las leyes no escritas de otra época.

“En el colofón de Los años falsos la escritora pone estos dos versos a un amor imposible. Algunos críticos quieren ver por ahí el afán de cantar de una vez una contraseña de su jugada:

“«Vivir así, de esta suerte.

No sé si es vida o es muerte»”


Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

3/06/09


sanchezdearmas@gmail.com