Medios, tecnología y fronteras
Miguel Ángel Sánchez de Armas



Primero, una profecía: las fronteras nacionales, tal como las conocemos, están condenadas a desparecer. Segundo, una noticia: las fronteras nacionales, tal como las conocemos, ya desaparecieron. Tercero, una herejía: los medios están uniendo lo que la política y la economía separaron. Cuarto, una paradoja: los medios están derribando los muros llamados fronteras que ellos mismos contribuyeron a edificar.

Estas cuatro propuestas se me ocurrieron durante una conferencia sobre soberanía y nuevas tecnologías de comunicación. Intentaba transmitir a mi auditorio que el video portátil, el teléfono celular, el facsímil, las parabólicas, la fibra óptica, los satélites y el internet, han dado al concepto frontera un nuevo significado para el cual no estamos necesariamente preparados.

El concepto territorial de Estado-nación que conocemos es una elaboración reciente, apenas de fines del 1800 y legitimado en el artículo 10 del tratado de la Liga de las Naciones alrededor de 1920 (recordemos que varios de los actuales países europeos se integraron con retazos de tres grandes imperios: el Habsburgo, el Romanov y el Hohenzollern y que bastaron unos cuantos años para que millones de seres humanos estuviesen dispuestos a dar la vida por naciones cuyo nombre sus abuelos ignoraban).

No hay una explicación sencilla: la industrialización (con su estandarización de jornadas y lugares de trabajo, horarios de transporte, etc), las instituciones de adoctrinamiento centralizadas (educación, militarismo), y la proliferación de los medios masivos, comenzando por el libro y seguidos por los diarios, la radio, la televisión y el internet, contribuyeron a crear una sensación antes desconocida: la “ciudadanización comunitaria”.

Y entonces la paradoja: con el tiempo, el concepto de país con territorio perfectamente definido comienza a revertirse hacia una regionalización, si bien mucho más compleja que sus anteriores manifestaciones. Véase nuestro mundo: la Unión Europea, el TLC y los “tigres asiáticos”, serían tres ejemplos de ese nuevo concepto de fronteras. Se busca una comunidad en lo económico, en lo aduanal, en lo monetario, en lo legal, en lo cultural y, camino inexorable, en lo político.

En ello el papel de los medios masivos ha sido clave, aunque no único. Las nuevas tecnologías han achicado al mundo hasta las dimensiones de la sala de nuestra casa. El ejemplo que ya es lugar común de la Guerra del Golfo sirve para ilustrar el punto. Pero no puede uno dejar de pensar en otros, reales y posibles.

Regresemos a las fronteras. La radio, los satélites, la televisión y el internet, no reconocen barreras aduanales o bandos de no internación. Hubo un tiempo en que un gobierno podía secuestrar periódicos y revistas en las garitas y aeropuertos y así detener informaciones indeseadas. Ahora eso es imposible. Los medios empujan la globalización con tanta o más energía que los tratados comerciales o los acuerdos de integración.

Hoy gracias a la red, un grupo rebelde que ha declarado la guerra a un gobierno legítimo puede, cosa antes imposible, circular por el mundo proclamas subversivas sin que ese gobierno pueda hacer nada al respecto. Los cárteles internacionales de la droga y el lavado del dinero coordinan sus estrategias internacionales sin que corporaciones policíacas tan poderosas como el FBI o la Interpol logren interceptarlos. Criminales de cuello blanco, con la ayuda de una computadora personal, abren cuentas en bancos extranjeros a control remoto y zigzaguean los fondos para burlar a las autoridades. Un defraudador en Mónaco puede tener socios en Anaheim, Oslo, Praga, Buenos Aires o Guanajuato, y concluido su negocio no le sería difícil solicitar una visa en alguna embajada virtual para trasladarse a otro país. Las fronteras que nuestros abuelos conocieron han dejado de ser. ¿Estamos preparados para ser ciudadanos de este nuevo mundo?


sanchezdearmas@gmail.com




Difuntos en órbita

Miguel Ángel Sánchez de Armas


Fue un lunes 21 de abril de hace algunos años. A once kilómetros de altura en el cielo azul de las islas Canarias. De la panza de un avión descomunal salió un cohete Pegasus de fabricación estadounidense con el primer satélite artificial fabricado en España. Diez minutos tardó el artefacto en alcanzar una altitud de 590 kilómetros y colocar su carga en órbita.

Fue todo un éxito. Los técnicos de la estación rastreadora en Maspalomas estallaron en gritos y aplausos al escuchar la primera transmisión del Minisat 1 con toda claridad. El ministro hispano de la Defensa, en una muy poco imaginativa paráfrasis de Armstrong, expresó a la prensa: “Es un pequeño paso para la Humanidad, pero un grandísimo paso para España”. Diez millones de dólares se invirtieron en el artefacto que circulará 15 veces la Tierra cada 24 horas.

¿Y? Bueno, es que no fue sólo un satélite lo que se colocó en órbita aquel lunes 21.
El aparatejo, además de transportar tecnología para analizar fenómenos lumínicos y de radiación del espacio exterior, es un sarcófago que inauguró un prometedor negocio: los funerales extraterrestres. Las cenizas de 24 personas iban a bordo gracias a los buenos oficios de Celestis, visionaria empresa texana, la primera funeraria del -literalmente- más allá.

No se han revelado detalles de cómo el Minisat 1 transportó las cenizas, si en cápsulas metálicas o en urnas de cedro, o si hubo una ceremonia religiosa especial, quizá ecuménica, antes de que el Pegasus partiera al éter. Lo que sí se sabe es que no es de mortales comunes y corrientes el polvo que hoy orbita el planeta. No. Es de suponer que el costo de un funeral espacial no esté al alcance de cualquiera.

Entre los “pasajeros” del satélite van Gene Roddenberry, creador de la famosa serie de televisión Star Trek, y el héroe de la contracultura y apologista de la droga de los años sesenta, Timothy Leary. Los otros 22 sin duda fueron en vida acaudalados vecinos de zonas exclusivas.

¿Excentricidad? ¿Ocio post mortem de millonarios insatisfechos? Vaya usted a saber. Pero de que pronto veremos aparecer toda suerte de funerarias espaciales lo confirma la demanda: hay diez mil solicitudes mensuales para funerales en el espacio, según reveló el dueño de la texana Celestis.

Si nos hacía falta otro motivo para la reflexión sobre la profunda desigualdad, la injusticia lacerante, la asombrosa desproporción que a diario vemos entre ricos y pobres, tanto en el mundo como dentro de nuestras propias fronteras nacionales, el singular funeral lo proporciona. Los niños se pueden seguir muriendo en Angola, en Bosnia o en Oaxaca: siempre habrá quiénes, incluso después de la muerte, puedan hacer gala de derroche.

Por lo que a mi respecta, mil veces mejor que mis cenizas alimenten un rosal a que vaguen sin ton ni son, aburridas, sin rumbo, en el espacio. Vale.

sanchezdearmas@gmail.com

La paja y la viga
Miguel Ángel Sánchez de Armas


¿Se ha percatado de que la moralina de nuestros primos del norte tuvo una súbita revaloración? Quizá tenga que ver con el crujir de huesos y el rechinar de dientes que se escucha por todos los rincones de Washington después de las revelaciones de cómo la administración Bush trata a sus prisioneros en Guantánamo y la creciente indignación por el pozo sin fondo en que están metidos en Irak.

Mas ahora resulta que nuestros rubios y waspes vecinos ya dieron con un nuevo Gran Satán a quien culpar del cáncer que está corroyendo las entrañas de su país: le pusieron sombrero charro, botines, chaquetilla, bigote y nombre: The Mexican Threat.

¿Qué se necesitaría para neutralizar a tan singular Gran Satán? Si hemos de creer al acreditado padre Karras, con una solución de agua bendita, polvo del cerebro de un republicano y dos uñas de un demócrata bastaría, pero eso nadie se lo ha dicho a los primos y entonces tenemos la militarización de la frontera con todo y amenaza de muro. No repetiré los lugares comunes sobre la agresión a los derechos humanos de pacíficos trabajadores cuya culpa es hablar español, tener la piel morena y haber nacido, los infelices, en países cuyos ineptos gobernantes no han podido darles ni la esperanza de una vida mejor.

Y no es que se vayan colocar en la frontera letreros que recen “Greasers Keep Out!”. No es necesario un doctorado para ver que se canalizan fondos millonarios a la vigilancia en la frontera con México y no en la de Canadá. Son las grandes ciudades del sur las más vigiladas, y no los puertos de entrada de Asia y Europa o las urbes septentrionales las que se cercan. Pero bueno, si acá de este lado de la frontera está, según ellos, la nueva amenaza al American way of life, quizá debamos dar las gracias de que el dichoso muro nos pueda proteger a nosotros. Y no me refiero únicamente a la incontenible adicción a las drogas que ha hecho del vecino país el más grande mercado de consumidores. No. De mi archivo periodístico puedo ofrecerle otros ejemplos.

Hace ya algún tiempo, en el New York Times John M. Broder se asombraba del horror de políticos de los dos partidos cuando quedó al descubierto la campaña china para comprar influencias en Washington mediante generosas disposiciones de dinero. Broder recuerda las actividades del Fondo Nacional para la Democracia, que en 15 años gastó 450 millones de dólares para financiar abiertamente “actividades que la CIA ha promovido bajo cuerda” durante décadas: partidos políticos, sindicatos, organizaciones disidentes y medios de comunicación, en docenas de países. “Desde el fin de la Segunda Guerra, los Estados Unidos, por lo general a través de la CIA, ha entronado y destituido a dirigentes políticos en todos los continentes, apoyado a partidos en naciones aliadas, impulsado golpes de Estado, diseminado rumores malignos, comprado a líderes y, en general, invertido incontables millones de dólares para desviar a la opinión pública”, recuerda Broder.

Otro ejemplo de lo que nos vamos a salvar si se levanta el dichoso muro lo dieron en plena Semana Santa hace algunos años los miembros de una de sus miles de sectas religiosas. Alertadas por la proximidad del cometa Hale-Bopp justo en el equinoccio de primavera, 39 personas que esperaban la llegada de una nave extraterrestre decidieron abandonar “su contenedor carnal” y se suicidaron del modo más ordenado posible, dejando tras de sí velices, identificaciones y comunicados a la prensa.
Esta secta, llamada “Puerta al cielo”, era dirigida por un exprofesor de música y exladrón de autos de 65 años, Marshall Herff Applewhite, quien, para garantizar su traslado al éter en la mayor pureza, se había hecho castrar. ¿Recuerda usted a los “reverendos” Koresh y Jones, el atentado en Oklahoma, las matanzas en Columbine...? Apenas algunos pincelazos de ese cuadro de la vida de nuestros principales socios comerciales que hoy quieren culpar de todos sus males a sus asombrados vecinos del sur.

La maldición de la Plaza Mayor
Miguel Ángel Sánchez de Armas


Hace muchos años, cuando era un joven reportero, estuve en la inauguración del gigantesco drenaje que corre bajo la avenida Churubusco en la ciudad de México. Octavio Sentíes, entonces regente, declaró con engolado tono que en ese momento terminaban las inundaciones en la capital. Pero “en ese momento” comenzaron las primeras gotas de un aguacero y la nota del día siguiente fue... ¡la mayor inundación de que se tuviera memoria en el Valle!

Con frecuencia saco a colación la anécdota como ejemplo de la mala suerte. Mas de acuerdo a mis amigos Lorenzo Lazo y Juan de Villafranca, quizá no haya sido mala suerte sino destino anunciado, una maldición de la Plaza Mayor. Ellos lo escribieron y yo comparto con usted un resumen de su agudo y jocoso texto.

“El Templo Mayor, el Gran Teocali, según el mito prehispánico representaba una institución espiritual de poderosa fuerza que administraba premios y castigos. Qué poder no tendrá ese recinto que sus influjos, atravesando los siglos, han alcanzado a quienes han gobernado el Valle de México.

“Quizá en ese lugar actúa con el mismo impulso la profecía precolombina que indicó el sitio en que habría de edificarse la Gran Tenochtitlán; designio de los dioses que impedía a los guerreros de otras tierras dominar ese territorio. Parece un mal augurio el que se hace evidente desde aquel primer cabildo español, encabezado por Hernán Cortés, y que es en nuestros días herencia de un cargo que ha determinado la suerte de quienes han estado al frente de su alcaldía.

“De los 13 más recientes Regentes y Jefes de Gobierno de la Ciudad de México que han aspirado a la Presidencia de la República, por lo menos 12 fracasaron notoriamente en su intento.

“1. El primero que expresó su interés por alcanzar la Presidencia desde lo que entonces se llamaba “Departamento Central”, fue Fernando Casas Alemán, Regente del Distrito Federal de 1946 a 1952, quien perdió estrepitosamente la posibilidad de llegar a gobernar el país creyendo que para ello sólo se requería dedicación y el apoyo de su propio apellido.

“2. Posteriormente, Ernesto P. Uruchurtu, conocido como el “Regente de Hierro” (lo que tal vez le valió para seguir en el cargo a lo largo de tres sexenios, de 1952 a 1966), en un exceso de autoridad dio la orden de que unos tractores arrasaran las viviendas de un asentamiento ilegal. Ello le costó el puesto y el futuro político.

“3. Alfonso Corona del Rosal, al frente del Departamento del Distrito Federal de 1966 a 1970, si bien pudo superar la crisis política del año de 1968, ante el movimiento del 10 de junio de 1970 pierde la oportunidad de llegar más lejos.

“4. Alfonso Martínez Domínguez, a quien se le atribuye la autoría intelectual de los sucesos violentos del 10 de junio, en los que aparece el grupo de choque conocido como “Los Halcones”, hace su propio esfuerzo pero también pierde en su estrategia de ser el Primer Mandatario de la Nación, terminando finalmente en el nada despreciable cargo de Presidente del PRI.

“5. Octavio Sentíes Gómez, regente de 1971 a 1976 y cuñado del Presidente Echeverría, ve que sus anhelos de progreso político no llegan a ser realidad.

“6. Carlos Hank González, regente de 1976 a 1982, propone las reformas al Artículo 82 de la Constitución para las elecciones presidenciales de 1982 para que los hijos de padres o madres extranjeros puedan ser presidentes de México, mismas que no son aprobadas sino hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y despejan el camino para que Vicente Fox llegue a ocupar la Presidencia. Hank González tampoco pudo escapar al maleficio del cargo en el gobierno del D.F.

“7. Ramón Aguirre Velázquez (1982-1988) cuya aspiración presidencial se derrumba con el sismo de 1985. La mala sombra de las “concertacesiones” lo siguió hasta la pérdida de la gubernatura de su tierra natal, Guanajuato.

“8, 9, 10. Esta generación está consciente de los resultados de esa terna que estuvo formada por Manuel Camacho Solís (1988-1993); Manuel Aguilera Gómez (1993-1994) y Oscar Espinosa Villarreal (1994 -1997).

“11. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (1997-1999), a pesar de lograr ostentar por primera vez el nombramiento de Jefe de Gobierno del Distrito Federal como resultado de una elección, tampoco alcanzó la silla presidencial, aun con haber tenido la candidatura de su partido en dos intentos consecutivos.

“12. Rosario Robles, Jefa de Gobierno del D.F. de 1999 a 2000.

“13. El número 13 de la lista es Andrés Manuel López Obrador, al frente del gobierno de la ciudad de 2000 a 2005, de quien aún no sabemos qué le depara el destino.

“¿Será que la maldición de la Plaza Mayor significa que nadie puede gobernar dos veces en el sitio que colinda con ella? ¿Acaso la sombra de la Catedral Metropolitana sella para siempre el destino político de la oficina que antes pertenecía a la Regencia de la Ciudad y que ahora es ocupada por el Jefe de Gobierno del D.F.? ¿Será que gobernar el D.F. no es lo mismo que gobernar todo el país? ¿Estarán los 13 gobernantes del D.F. unidos en la historia por su intención frustrada de aspiración presidencial? ¿Esta maldición de facto podrá ser conjurada por AMLO?¿Alejandro Encinas llegará a formar parte de este grupo?”
9 de julio de 2006
sanchezdearmas@gmail.com

Robots y cucarachas

Miguel Ángel Sánchez de Armas



El camino al infierno del colaborador de un semanario está empedrado de tiempo. Analiza uno los hechos con toda seriedad y cuidado, se allega información privilegiada, consulta a los oráculos, establece sus predicciones, redacta el artículo, lo entrega dentro del plazo impuesto por la fría dictadura de la mesa de redacción y… ¡zaz!: justo cuando la publicación entra a prensas la situación da un giro de 180 grados y entonces se la pasa uno los siguientes siete días dando explicaciones de por qué las cosas no sucedieron como uno dijo que iban a suceder. Por esa y otras razones no compartiré con mis lectores mis juicios sobre el camino que seguirá nuestro país después de la jornada electoral del domingo pasado. En lugar de ello hablaré de robots y de cucarachas.

Durante la llamada “guerra del Golfo” atestiguamos el resultado del desarrollo tecnológico bélico. Vimos cómo desde la seguridad de un cuartel de mando unos atildados militares maniobraban misiles “inteligentes” y efectuaban operaciones “quirúrgicas” para eliminar a otros seres humanos sin que sus gemidos llegaran a perturbar a los operarios del terror tecnológico. Se cumplía así el vaticinio anticipado en 1977 por Orson Scott Card en Ender’s Game: en un futuro lejano, los humanos libran una guerra contra una civilización extraterrestre en los confines del Universo. Se elige a los niños mejor dotados y durante años se les entrena en la operación de una suerte de nintendo que en realidad controla a las naves que se baten con el enemigo, a años luz de distancia. La Humanidad triunfa gracias a las habilidades de juego de algunos chamacos.

Ya ni en México son novedad las máquinas robot que ensamblan autos y otros productos en las modernas plantas industriales. En la bioquímica, en la ingeniería y en otras ramas de la ciencia, muchos procesos son llevados a cabo por herramientas programadas. Es decir, por robots.

Ahora mismo, mientras usted lee este artículo que nada tiene que ver con la política (¿o sí?), un equipo científico del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts, EUA, perfecciona lo que se ha descrito como un “robot humano, con capacidades similares a las de una persona”.

Esta máquina posee un “cerebro” integrado por 239 procesadores, puede “ver” gracias a cuatro cámaras de vídeo digital y distingue las facciones de sus creadores; mueve tronco, cabeza y brazos con la precisión de un humano (no tiene piernas aún) y, gracias a su complejidad, es capaz de “aprender” de su medio ambiente. Se llama Cog. Según los tecnólogos, los descendientes de este robot podrán estar a cargo de tareas peligrosas para el hombre, como apagar fuegos o pilotear naves espaciales en misiones a otros mundos. Y, digo yo, podrían también operar las máquinas de muerte que en las guerras futuras lancen las potencias contra los pueblos más atrasados, hasta que un día una de esas máquinas cobre conciencia de sí misma y decida que los humanos son demasiado estúpidos como para tenerlos alrededor.

En Estados Unidos, un aparato llamado Hazbot III es el prototipo del “Agente 007” del futuro. Se trata de un robot equipado para analizar el interior de una habitación, detectar materiales peligrosos, sustancias tóxicas y la presencia de seres vivos por muy escondidos que estén.

Hace poco se publicó un reportaje sobre los microsensores que se están desarrollando en Japón para ser montados a lomo de cucarachas gigantes (previamente aligeradas de alas y antenas). Estos dispositivos “maniobran” al insecto mediante impulsos eléctricos controlados desde un centro de mando. El insecto podrá transportar minicámaras y explorar, por ejemplo, zonas de accidentes o derrumbes para guiar a cuadrillas de rescate. Y puede uno suponer que también podrían infiltrar zonas enemigas y eventualmente colocar cargas explosivas o lanzar emisiones de gases tóxicos en una guerra.

Imaginémonos la escena: una reunión del estado mayor de un país enemigo de una potencia tecnológica. Aparece bajo la puerta una extraña cucaracha que llama la atención de los presentes unos segundos, antes de caer fulminados por gas tóxico. O a un ejército de estos insectos con sus cámaras sirviendo de “ojos” y “oídos” a los técnicos encargados de programar las coordenadas para el impacto de bombas autopropulsadas en la capital de un país contestatario. El límite es la imaginación. Y algunos la tenemos en exceso.

3 de julio de 2006
sanchezdearmas@gmail.com