Historiar a los medios


Miguel Ángel Sánchez de Armas



Cuando se habla o se escribe sobre la necesidad de hacer la historia de los medios, es muy raro que alguien se pregunte para qué.


No es que el tema no provoque preguntas, o que se conozcan todas las respuestas posibles, sino que la sola y suprema idea de la erudición apaga muchos cuestionamientos que podrían llevar a una mayor reflexión, no sólo sobre éste sino acerca de muchos temas que tienen que ver con los medios.


No necesito convencerlos a ustedes de la importancia que tiene consignar los hechos sociales, y la comunicación es uno de los mas relevantes. Es justamente en esta circunstancia que radica la justificación de historiar los medios. En que desde su nacimiento, se trata de una tarea que rebasa con mucho los asuntos gremiales o características del desempeño de una profesión. El funcionamiento de los medios tiene que ver con la evolución de toda una sociedad e interesa, por tanto, a todos los miembros de ella.



Resulta un tanto paradójico que muchas historias tienen su razón de ser en el anhelo de erudición, en la obstinación de muchos historiadores por recuperar el desarrollo del comportamiento humano y, sin embargo, sobre todo en el terreno de las ciencias sociales, el registro histórico ha caído en el descrédito. A estos estudios se les considera poco serios, escasamente contribuyentes al crecimiento del conocimiento científico si no realiza aportaciones teóricas.


Me parece que esta es una falsa confrontación. Una concepción mal entendida de los aspectos teóricos y prácticos en cualquier disciplina. Lo que no podemos eludir es que esta concepción, y quizá escisión, entre teoría y práctica ha resultado no sólo en seguidores sino también en productos de la ciencia.
Así, tenemos para el ámbito de la comunicación una gran cantidad de estudios de carácter teórico. Raúl Fuentes Navarro, investigador del ITESO, se ha dado a la tarea de analizar los estudios sobre comunicación y señala el predominio de las investigaciones de carácter teórico. Este bien puede ser, como lo he señalado en el libro Apuntes para una historia de la televisión mexicana, secuela de nuestra herencia antipositivista de mayor arraigo en el campo de las ciencias sociales.


Pero seguramente tiene que ver también con una inclinación que Elías Canetti señala como inquietante y es la tendencia humana hacia lo que le es más lejano o ajeno y una especie de menosprecio por lo más cercano.


El hecho es que tenemos mayor inclinación por los estudios teóricos. Pero eso sólo es el qué en los estudios sobre los medios, pero no responde al para qué hacer la historia de los medios. Volvería sobre algunas de las ideas anteriores para responder.
Los registros históricos nos proveen de los datos de la evolución humana en una actividad específica con un nivel de detalle que nos es mucho más cercano, pero que por esa misma razón, tiene una gran capacidad de envolvernos en la reflexión sobre ese quehacer. Es decir, considero que la utilidad práctica que los estudios historiográficos tienen para la teoría es mucho mayor de lo que se piensa.


Otro aspecto que ya adelanté es el del involucramiento social que existe en el funcionamiento de los medios. Se trata, por decirlo de algún modo, del ejercicio social de la comunicación, que no existe sin sus lectores, oyentes o espectadores, incluso ahora sin sus cibernautas. Así que las características que a lo largo del tiempo van mostrando los medios, nos hablan también de una evolución social, que es la que legitima el funcionamiento de los medios.


Una razón más para hacer la historia de los medios, me parece que debe ser, porque así la he vivido, el placer de hacerla. Todos sabemos que los hechos sociales se suscitan y se acumulan en el tiempo y eso no los hace historia sino simplemente eso, hechos sociales; cuando alguien se toma el trabajo de recuperarlos, consignarlos, organizarlos y ofrecerlos como una aportación al conocimiento se convierten en objeto de estudio. Este proceso de conversión de hechos a objetos de estudio, en comunicación como en casi todas las áreas del conocimiento, sigue estando regido por el interés individual del investigador, por el placer que le produce investigar un tema y no otro, por la elección científica que responde a los gustos personales más que a dictados de prioridad.


Bien afirma Marc Bloch, el notable historiador francés fusilado en 1944 por los alemanes, que “antes que el deseo de conocimiento, el simple gusto; antes que la obra científica plenamente consciente de sus fines, el instinto que conduce a ella”. Yo podría poner en esas palabras de Bloch el espíritu que ha animado al trabajo que me propuse con la fundación de la Revista Mexicana de Comunicación: recoger la teoría y la práctica de los medios en México. Ese mismo impulso, compartido con varios colegas, tuvo otro fruto: el libro Apuntes para una historia de la televisión mexicana, donde lo que más importa es la recuperación de los hechos, donde, a veces con dificultad, tuvimos que despojarnos del calificativo para mostrar los hechos que se han ido concatenando por casi cincuenta años para construir la televisión que ahora tenemos y que siendo tan reciente, es una historia que no conocemos o que ya olvidamos.


Pero además de saciar nuestro gusto y nuestras inclinaciones intelectuales, nuevamente acudo a Bloch: “Siempre nos parecerá que una ciencia tiene algo de incompleto si no nos ayuda, tarde o temprano, a vivir mejor”. Es cierto y me parece que uno de los resultados a los que nos llevará atender la construcción de la historia de los medios, será la comprensión del desarrollo progresivo de los medios y su impacto social. Generalmente estos esfuerzos de recuperación de datos llevan a la clasificación, porque permiten agrupar características y ello conduce al señalamiento de etapas o tendencias. Está claro que en cada medio que se estudie adquirirá rasgos distintos. De lo que no hay duda es que trabajos de este tipo nos ofrecerán información sobre la producción, consumo y transformación de medios en una sociedad.



* Texto presentado al IV Encuentro Internacional de Historia de la Prensa en
Iberoamérica, 1792-1970: “La investigación hemerográfica como paradigma de interdisciplinariedad”.