Andrés Iduarte: una voz necesaria

Miguel Ángel Sánchez de Armas




Cuanto pensé lo dije, cuanto dije lo sostuve.
Andrés Idearte



Dice Leonardo Ffrench Iduarte de su ilustre antecesor que fue “un mexicano más conocido y reconocido en el extranjero que en su propio país”. Tiene razón. Quizá debamos preguntarnos, ¿por qué? ¿Por qué permitimos que la memoria de este gran mexicano se diluyera? ¿Fueron sus largas ausencias? ¿Fue la osadía de decir lo que pensaba y de mantener una postura independiente cuando éstos eran pecados civiles? En junio de 1954 Andrés Iduarte fue cesado de la Dirección General del INBA por “comunista”, en uno de los tristes episodios del macartismo mexicano. ¿Su crimen? No haber impedido que la bandera soviética fuera colocada sobre el féretro de Frida Kahlo.


Decidí releer a Andrés Iduarte. Y confirmé con dolor que no es un autor que esté vigente en las librerías. Los criterios que rigen el mercado editorial, al igual que sucede con muchas otras mercancías, determinan que también en este ámbito imperen las modas.


El tabasqueño es uno de esos escritores del que muchos hablan, que tiene menciones en los catálogos y que es citado por la Academia, pero que muy pocos han leído. El Instituto de Cultura de Tabasco publicó en 1993, en ocho tomos, sus obras completas. Lamentablemente, en la dualidad global-región, en nuestro país, la segunda tiene un papel marginal. Las ediciones estatales difícilmente llegan al centro del país.


Hoy, los jóvenes no sólo no leen a los escritores como Iduarte y muchos de sus contemporáneos, sino que no los conocen. No los leen, en principio, porque no saben que existen. Ésa es una situación que debe corregirse.


Me refiero especialmente al desconocimiento de los jóvenes porque la literatura de Andrés Iduarte es un espejo en el que, más allá de la época, se puede ver reflejada la juventud. Iduarte dio inicio a su producción literaria muy joven. Era profesor de la Escuela Nacional Preparatoria a los 23 años y por la misma época director de la Revista de la Universidad de México. Se dice fácil, pero tuvieron que ser muchas las credenciales académicas, literarias y de conocimiento para que un joven de esa edad pudiera echarse a cuestas responsabilidades de esta naturaleza. Antes de los 30 ocupó cargos públicos, encabezó la Secretaría Iberoamericana del Ateneo de Madrid y ya había escrito El libertador Simón Bolívar (1931), Homenaje a Bolívar (1931) y El problema moral de la juventud mexicana (1932).


Iduarte no sólo es un ejemplo de disciplina sino también de energía y actividad, pues las tareas de carácter público no disminuían su creatividad ni su prolijidad como escritor. Preparatoria que es un libro impregnado de autobiografía, contiene textos que Iduarte escribió siendo alumno de la Escuela Nacional Preparatoria, en aquel inspirador recinto de San Ildefonso en donde hoy aún escuchamos los pasos de tantas generaciones ilustres. Es decir, textos que escribió desde que tenía 14 años, pues estuvo en ella de 1921 a 1925.


Andrés Iduarte hizo literatura no gracias a los años, sino gracias a una intensa vocación por observar, por no dejar escapar el más mínimo detalle o quizá estaría mejor decir, por aprovechar muchos detalles que convertía en textos frescos y reveladores de la vida de esa época, pues como señala el mismo autor, es la “imagen que un adolescente recogió en el rescoldo de la Revolución Mexicana”.


Quizá una de las mayores virtudes de Andrés Iduarte es ese registro personal del devenir histórico, esa gran capacidad para hacernos entrar a la percepción individual de los acontecimientos macro. Me inclino a pensar que esta fructífera combinación del punto de vista personal con el análisis histórico bien conceptuado tiene sustento en su larga trayectoria periodística.


Una parte importante de la producción de Iduarte son sus escritos sobre la Revolución Mexicana, etapa sobre la que queda mucho por decir, pues en esta gesta descansan buena parte de los cimientos que sostienen nuestra cultura nacional. Los ensayos de Iduarte son citados hoy con frecuencia porque no han perdido vigencia. Su manera de escudriñar en el espíritu mexicano que se construyó con la nueva idea de nación surgida de la Revolución Mexicana ofrece hoy en día importantes luces sobre este episodio. Así como se dice que los indígenas llevaron a cabo la Conquista y los españoles la Independencia, la Revolución Mexicana es obra del mestizaje, lo cual tocó las fibras más sensibles de la nueva nación mexicana. Andrés Iduarte reflexionó ampliamente sobre el nuevo concepto de identidad que se haría presente en los distintos ámbitos de la vida mexicana, incluida por supuesto, la cultura.


Estas razones me parecen suficientes, aunque haya muchas más, para señalar que una buena manera de recordar a Andrés Iduarte en el centenario de su nacimiento sea una difusión más apropiada de su obra. Muchos todavía abrevan de ella, porque es una fuente obligada en temas literarios, históricos y periodísticos. Nada más apropiado que rescatar las fuentes originales para rendir el homenaje que merece la vigencia de la obra de Andrés Iduarte. Poner en circulación su obra no sería un acto reverencial sino una decisión a favor de las nuevas generaciones de estudiosos de la literatura que sólo tienen referencias aisladas de este importante escritor y ensayista.



Versión abreviada del texto leído por el autor en la ceremonia del centenario del nacimiento de Andrés Iduarte el domingo 6 de mayo en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de las Bellas Artes.


sanchezdearmas@gmail.com

(6.05.07)