El día que asesinaron a Lenin
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Uno de esos episodios con los que la historia nos revela su veleidosidad y nos hace sentir que estamos permanentemente en el filo de la navaja tuvo lugar el 30 de agosto de 1918, cuando al término de un mítin en cierta fábrica moscovita, Vladimir Illich Lenin fue baleado por una mujer y la noticia de su asesinato recorrió el mundo.
Los diarios norteamericanos del 2 de septiembre dieron así el informe: “Falleció Nikolai Lenine, premier bolchevique de Rusia, según información cablegráfica recibida de Petrogrado. No sobrevivió a las heridas que una joven revolucionaria le propinó el viernes pasado en Moscú”.
Lenin por supuesto se recuperó y vivió para colocar los cimientos de la URSS, pero la magnitud del episodio y la necesidad política y propagandística de la nomenklatura velaron la figura de la protagonista: Fania Yefimovna Kaplan, también conocida como Fanny Kaplan.
El atentado contra Lenin, y el asesinato del menchevique Moisés Uritsky dos semanas antes, el 17 de agosto, desataron la sangrienta purga conocida como “terror rojo” con la que los bolcheviques aniquilaron a sus enemigos.
“Cualquier persona a la que se sorprenda armada será fusilada en el acto. Todo aquel que se manifieste contra el gobierno soviético será arrestado e internado en un campo de concentración y sus bienes serán confiscados”, advirtieron los periódicos de la época.
Fue, dice una crónica, el llamamiento a un terror masivo y despiadado contra todos los “enemigos de la revolución” y durante las siguientes semanas alrededor de 800 opositores al bolchevismo fueron ejecutados sin juicio previo. A lo largo del año, uno de los más cruentos de la Guerra Civil, las ejecuciones llegarían a 6,300 según estadísticas oficiales –cifra que probablemente haya sido adulterada. Los bolcheviques justificaron esta represión como recurso válido “para combatir el terrorismo contrarrevolucionario y los intentos de derrocamiento del poder soviético por medios violentos”.
Fanny Kaplan tenía 35 años el día del atentado y no era la primera vez que empuñaba un arma con fines homicidas. La paradoja fue que cuando la Revolución de Febrero acabó con el régimen zarista ella fue liberada del campo de concentración de Siberia a donde había sido condenada a cadena perpetua por otro intento de asesinato en 1906 contra un funcionario del gobierno.
Los años de prisión minaron su salud y le provocaron una ceguera parcial, pero no menguaron su fervor revolucionario. Pronto se dio cuenta de que los bolcheviques no estaban dispuestos a compartir el poder con ninguna otra facción, por muy revolucionaria que se declarara. Entonces llegó a la conclusión de que Lenin debía morir y preparó su atentado.
Herido de gravedad, el dirigente fue trasladado al Kremlin. Ahí permaneció oculto, temeroso de que otros conspiradores lo cazaran. Los médicos que lo atendieron no lograron extraer las balas de su cuerpo y esto agravó su estado.
Pese a las heridas sobrevivió, aunque nunca se recuperaría del todo y se cree que el atentado influyó a la larga en los posteriores infartos que le incapacitaron y acabaron con su vida.
Kaplan fue encarcelada e interrogada por la Cheka, la policía secreta del régimen. Su confesión fue breve:
“Mi nombre es Fanya Kaplan. Hoy disparé a Lenin. Lo hice con mis propios medios. No diré quién me proporcionó la pistola. No daré ningún detalle. Tomé la decisión de matar a Lenin hace ya mucho tiempo. Le considero un traidor a la Revolución. Estuve exiliada en Akatui por participar en el intento de asesinato de un funcionario zarista en Kiev. Permanecí once años en régimen de trabajos forzados. Tras la Revolución fui liberada. Aprobé la Asamblea Constituyente y sigo apoyándola”.
El 3 de septiembre fue ejecutada. Un marinero llamado Pavel Malkov disparó el fusil y un oficial de nombre Yakov Sverdlov dio instrucciones de que no se le enterrara y que sus restos se destruyeran para no dejar rastro.
En 1930, Víctor Serge describió el episodio en su libro Primer año de la Revolución: “Lenin llegó sin escolta y no hubo un comité de recepción. A la salida, a unos pasos de su auto, lo rodeó un grupo de obreros. Fue en ese momento cuando Kaplan le disparó tres veces hiriéndolo de gravedad en el cuello y hombro.
Lenin fue trasladado al Kremlin por su chofer y apenas tuvo fuerzas para ascender al segundo piso. Ahí se desplomó. Fue presa de gran ansiedad. La herida en el cuello era de pronóstico reservado y durante algún tiempo se pensó que moriría, pero su fortaleza física venció y diez días después volvió a sus actividades.”
Con el tiempo, los padres de Fanny, campesinos judíos, emigraron a los Estados Unidos. Ignoro cuál habrá sido el destino de sus cuatro hermanos y dos hermanas.
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP Puebla.
sanchezdearmas@gmail.com
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