La vaca y la socialité
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Estos gringos son increíbles. No acaba uno de entender qué es lo que los mueve como nación, como sociedad o como personas. Tienen comprometido el futuro en una invasión al Medio Oriente que les está costando un barril de sangre por cada barril de petróleo que sacan, y el gran tema que polariza al país es si una estrambótica y maniática actriz va a cumplir o no una condena de varias semanas de cárcel por manejar en estado inconveniente. ¿Sabía usted que las cadenas nacionales de televisión interrumpieron la cobertura de la discusión de la ley migratoria en el Congreso para llevar a millones de hogares las escenas de la señorita Hilton saliendo de la chirona? ¡Válgame dios!
Las organizaciones de defensa de los derechos humanos que tienen años denunciando la ilegal prisión de Guantánamo han equivocado la estrategia. Lo que tienen que hacer es contratar al verborréico abogado Mark Geragos y ¡presto!, quedarán libres los infelices enjaulados en aquella base militar. Y ya en esas, el mismo picapleitos podría servir a Greenpeace en su batalla contra la contaminación de los mares, o al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados en su búsqueda de recursos para aliviar el sufrimiento de millones en África, o quizá a una agrupación nacional de polleros mexicanos (cnop, of course) para que sus servicios sean reconocidos y legalizados. Si ya vimos que son la farándula y la comedia las que mueven a la opinión pública en el vecino país, ¿qué esperamos?
México está ante una gran oportunidad. Es de esperarse que la falta de visión de nuestros responsables de política exterior (hoy más ocupados en sacarnos de la onudi que en la recuperación de espacios internacionales) no la ponga en riesgo. Con una pequeña reforma constitucional y algún cabildeo entre la leal oposición, el señor Geragos puede ser contratado como embajador y después todo será coser y cantar. Podremos olvidar la amenaza del libre comercio entre desiguales, los muros fronterizos, la presión sobre el peso y la terquedad de que ya firmemos el tiar y enviemos tropas a engrosar las divisiones de cascos azules en el mundo. Mark Geragos se encargará de volcar a nuestro favor todo el sistema legal y a todo el establishment. Y el costo será mínimo: jugar, como país, la parte de la víctima, pues evidentemente la condición de “víctima” es lo que mejor moviliza a las fuerzas políticas allá. ¿O no salió libre la señorita Hilton? Cierto que a las cuantas horas regresó al calabozo, pero fue por el efecto “boomerang” de la misma opinión pública atizada por los medios y que intimidó a su Señoría el Juez de la Causa.
¿Exagero? Además del Hilton affaire, hace poco atestiguamos incrédulos el de O. J. Simpson. Pero en la historia de la nación vecina abundan estos episodios ejemplares. Tomaré uno nomás, el de la vaca “Grady”. Juro por mi santa abuela que nada invento.
El 22 de febrero de 1949 en un rancho de Oklahoma, una golosa vaca de 550 kilos llamada “Grady” intentó meterse al granero y se atoró en la compuerta. El ranchero le hizo por aquí y por allá y lo único que logró fue que el animal se entrampara más. Llegaron los vecinos y tampoco pudieron sacarlo. Del condado de junto arribaron curiosos con soluciones que se cebaron. Pronto hizo su aparición un reportero y dos días después “La tragedia de la vaca Grady” era noticia de primera plana en los diarios del país y de Canadá.
De todos los rincones comenzaron a llegar recetas y fórmulas para desatorar a Grady. En Washington hubo muestras de preocupación. Creo, pero no estoy seguro, que se organizaron jornadas de rezos. Los editores de las secciones agropecuarias de los más importantes rotativos viajaron a Oklahoma a cubrir personalmente esta nunca antes vista desventura en el reino de los bovinos.
El Denver Post fue el más comprometido de los periódicos. Siguió el caso día a día, como no lo había hecho con el conflicto recién terminado y en mayores espacios que los dedicados a la guerra fría. Cuatro días después del tropezón de la señora vaca, el 26 de febrero, una cuidadosa y difícil maniobra que requirió la aplicación de una considerable cantidad de grasa, el uso de alguna maquinaria y la fuerza combinada de varios mozos de establo, liberó al animal. Entre la cuadrilla, sonriente por el triunfo, estaba Ralph Patridge, editor agropecuario del Post.
The Lima News calificó al evento como “logro internacional”, y en la edición del 26 de febrero escribió: “La gran nación que liberó a Francia y a Filipinas empeñó hoy su inigualable fuerza en la más reciente tarea de libertad: sacar a la vaca Grady del granero”.
Y luego se quejan…
sanchezdearmas@gmail.com
<< Home