El muro

Miguel Ángel Sánchez de Armas


Es una lástima que yo no sea uno de esos famosos conciliadores internacionales que viajan de un lado a otro para desfacer entuertos y conflictos y cobran en dólares. Si lo fuera, y la OEA o por lo menos el TIAR me patrocinaran, en quince minutos arreglaría ese tonto diferendo sobre muros, guardias nacionales, migrantes indocumentados y uso exclusivo del inglés. Así México y Estados Unidos retomarían la fraterna relación que mantuvieron durante... ejem... bueno, tendrían la relación que corresponde a dos pueblos civilizados y unidos por una de las más importantes fronteras en el mundo.

Primero viajaría a Washington para entrevistarme con Bush en la Casa Blanca o en Camp David y explicarle, con peras y manzanas, que en la historia de la humanidad el único muro que ha sido exitoso ha sido el de Pink Floyd. Y le pondría algunos ejemplos:

Doscientos años antes de Cristo, un tal Qin Shi Huang pensó que sería buena idea construir una muralla para detener a los nómadas que amenazaban su imperio (nómada en chino antiguo = migrante). Y como además sentía su civilización amenazada, hizo que el pensamiento no conformista fuera una ofensa capital y sentenció a miles de intelectuales a años de trabajo forzado en la construcción del muro. Pero al cabo del tiempo los migrantes de todos modos pasaron, los críticos persistieron, el mandarín tuvo que incorporar las nuevas lenguas y ya sabemos en qué terminó la Gran Muralla.

Algunos siglos más tarde un francés que era ingeniero y Ministro de Guerra tuvo la genial idea de construir un muro para contener a los odiados boches (boche en bávaro = migrante peligroso) y así nació la Línea Maginot, con su propia red ferroviaria, cañones de gran calibre y viviendas climatizadas para la tropa; toda la estructura estaba hecha de hormigón y el grosor de los muros era el más ancho que se conocía en este tipo de edificaciones. Nomás que cuando los boches decidieron que era tiempo de avanzar le dieron la vuelta, porque los muros y las murallas tienen el pequeño inconveniente de ser estáticos. So much por ese muro.
Más adelante, la nomenklatura a cargo del paraíso de los trabajadores en Berlín Oriental decidió que era tiempo de proteger a las masas contra la decadencia occidental (decadencia en el discurso oficial = migración indeseada). Y de nuevo la burra al trigo: levantaron un muro. Pero no cualquier muro. Fue uno de cuarta generación, de hormigón armado, de 3.6 metros de alto y con 45,000 secciones independientes de 1.5 metros cada una. Además, se protegió la frontera con una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkers. ¿Suena conocido? Creo que a Bush nadie le ha dicho que su propio país burló el muro con un puente aéreo y ayuda económica y que, barrera de cuarta generación y todo, miles lo burlaron hasta que un día una turba iluminada lo hizo pedacitos y algunos se hicieron ricos vendiendo los trozos por varias veces su valor original.
Una vez educados los primos, volaría a México para reunirme con Fox en Los Pinos o en San Cristóbal y explicarle con peras y manzanas que es un error protestar por el muro. Al contrario, debe exigir que se levante a lo largo de toda la frontera. Y no doble, sino triple y de ser posible cuádruple. En las actuales condiciones del mercado mundial de acero esto sería una bendición para las siderúrgicas mexicanas (ni modo que los gringos compren lámina en China) y se crearían miles de empleos bien pagados en Coahuila, Nuevo León, Michoacán, Veracruz y Yucatán, donde están nuestras plantas más importantes.

Pero eso no es todo. Poco después de venderles el acero, llegarían emisarios confidenciales para suplicar por acuerdos de trabajo temporales para los escuadrones de varilleros, soldadores, laminadores, alambreros y chalanes que levantar un muro de acero de tres mil kilómetros exige… porque nadie cree que los güeros de la guardia nacional vayan a poder, ¿verdad?

Así, de golpe y porrazo tendríamos casi tantos dólares frescos como por la venta de petróleo para invertir en escuelas, en infraestructura industrial y de comunicaciones y en general para crear las condiciones que vida que se nos vienen prometiendo desde la Revolución. Será imposible que la clase política nacional no vea la pertinencia de mi propuesta. Pero si hubiese remisos –y siempre los hay- les revelaría la estrategia oculta:

Al final, el tortilla wall sería un obstáculo formidable para el narcotráfico. El precio del crack en Nueva York, Washington, Boston y Seattle se iría a las nubes; la Acapulco Golden escasearía en Beverly Hills, Vermont, Cape Cod y Miami… el electorado se alzaría en armas y en las siguientes elecciones el Partido Republicano pagaría las consecuencias. Entonces, ya desde una posición de fuerza, nos sentamos a negociar en serio con los demócratas los términos de una nueva relación.