La risa, remedio infalible
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Miguel Ángel Sánchez de Armas
¿Recuerda el título? Era, o es, el de una columna de Selecciones, esa revista de formato pequeño que durante años ha sido una fuente de lectura de muchas familias. El Selecciones compendia libros, artículos y estudios. Es lo que en casa llamaban “una revista familiar”, y aunque en mi juventud la consideré menor y para holgazanes, ahora pienso que con La familia Burrón ha puesto su grano de arena para acercar a muchos a los libros. Además, hoy me da pie para una edición dominical de JdO: la risa.
La risa es el verdadero y único elixir de la juventud. Reír, contrario sensu a lo que muchas mujeres modernas creen, evita las arrugas, ataja la dispepsia, ahuyenta los malos humores, abrillanta los ojos, eleva el ánimo, energiza la voluntad y potencia el sex appeal. Esto en cuanto a los individuos. En lo social distingue a los pueblos y puede ser una declaración política. Mi querido amigo José Luis Gómez se iluminó con las caritas sonrientes del Totonacapan y escribió un ensayo erudito en el que cita a Bergson, Provine y Freud. Mario Benedetti tiene aquel soneto que comienza: “¿De qué se ríe, señor Ministro?”
Veamos fotografías de dictadores contemporáneos: Hitler, Idi Amín, Pinochet, Franco, Castillo Armas, Stroessner, Videla... por más que busque no les encontrará una expresión amena; todos parecen estar chupando limón agrio. El mal humor y la tiranía, la solemnidad y la impunidad, el mal temperamento y la represión, he aquí algunas mancuernas obligadas. En cambio la risa es sinónimo de libertad y es tan poderosa como la pluma. Y qué decir del amor. A veces me pregunto cómo fue que tuvieron hijos algunos reputados columnistas y célebres políticos que se pasan la vida arrojando dardos flamígeros a diestra y siniestra y tomándose terriblemente en serio: ¡zape! por aquí, ¡zape! por allá... ¡Qué hue... perdón, flojera!
Así que hoy domingo le invito a compartir unos chascarrillos (y mis disculpas a Catón por invadir su territorio):
La amistad entre mujeres: una mujer no llegó a su casa una noche. Le dijo a su esposo que había dormido en casa de una amiga. El hombre llamó a las 10 mejores amigas de su mujer y todas lo negaron. La amistad entre hombres: un hombre no llegó a su casa una noche. Le dijo a su esposa que había dormido en casa de un amigo. La señora llamó a los 10 mejores amigos de su marido. Ocho confirmaron que había dormido en casa de ellos y dos insistieron que todavía estaba ahí, que no se preocupara.
Cosas de la edad. “Estaba en la sala de espera para la primera cita con un dentista nuevo. Leí su nombre completo en el diploma y me acordé de un muchacho alto, guapo, de pelo oscuro, compañero de clase en bachillerato hacía poco más de 40 años. ¿Sería el mismo muchacho que me gustaba en aquel entonces? Al verlo descarté la idea. Este hombre canoso, casi calvo y arrugado estaba muy viejo para ser mi compañero... ¿o no? Al terminar la consulta le pregunté si había estado en la preparatoria Fulana. ‘Sí’, respondió. ‘¿En qué año te graduaste?’ ‘En 1959’ ‘¡Estabas en mi clase!’, exclamé. Y este infeliz hijo-de-tal-por-cual me preguntó: ‘¿Qué clase dabas?’
Esposas y esposos. Tres hombres en un bar hablan de lo que hicieron la noche anterior. El italiano dice: “Yo le di masaje a mi esposa con un aceite de oliva finísimo. Luego hicimos el amor y la hice gritar durante 5 minutos”. El francés dice: “Yo le di masajes a mi mujer con un aceite afrodisíaco especial y luego hicimos el amor y la hice gritar durante 15 minutos”. El mexicano dice: “Yo le di masajes a mi esposa con una mantequilla especial, luego hicimos el amor y la hice gritar durante 2 horas seguidas”. El italiano y el francés, asombrados, le preguntan: “¿Cómo fue eso?” Responde el azteca: “Me limpié las manos en las cortinas”.
Una mujer le confía a otra: “He encontrado la forma de enloquecer a mi marido en la cama”. “Dime por favor”, responde la amiga intrigada. “Le escondo el control de la tele”, es la resignada respuesta.
Podría llenar varias planas de Punto y Aparte con más gracejadas, pero no lo haré. El punto ha quedado suficientemente explicado. Para los no creyentes recuerdo la sentencia de Oscar Wilde: “La vida es demasiado importante para tomársela en serio”. Y para los creyentes, esta cita del buen libro: “Un corazón lleno de alegría es una buena medicina, pero un espíritu deprimido seca los huesos”.
Feliz domingo.
sanchezdearmas@gmail.com
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