Jesús Blancornelas
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Miguel Ángel Sánchez de Armas
No puedo hoy precisar la fecha en que nos conocimos. Quizá en el despacho de don Manuel Buendía a comienzos de los setenta o antes en alguna gira al norte como enviado de El Sol, de Notimex o de la casa Excélsior. Lo cierto es que Jesús ha sido una presencia permanente en mi vida y lo seguirá siendo. Durante años nos vimos con regularidad, en las oficinas de Zeta en Tijuana o en encuentros cordialísimos en muchas ciudades. Una tarde sabatina en mi casa iluminó el camino de un grupo de jóvenes reporteros. Algún día habré de narrar aquel encuentro. Creo que siempre le preocupó que no fuera yo, desde su punto de vista, un periodista de tiempo completo, tal era su afecto por mi.
Era bajo de estatura, con mirada de duende y dueño de un enorme valor personal y profesional. Cuando fue víctima del ataque de unos sicarios y quedó malherido, por su mente nunca pasó la idea de tirar la pluma. Cuando tuvo una información que a primera vista parecía una exclusiva mundial, la reservó. “Prefiero perder una nota a perder credibilidad”, me dijo por teléfono desde Tijuana, en una lección que jamás olvidaré.
No sé qué más decir en su memoria. Quizá lo que escribí en Juego de ojos el 13 de mayo de 1977 bajo el título “Zeta, Blancornelas, libertad de prensa”:
“La tentación de citar a Martin Niemöller de memoria es más fuerte que el peligro seguro de equivocarme: ...un día vinieron por los socialistas, y como yo no soy socialista, no dije nada. Luego apresaron a los comunistas, y como yo no soy comunista, guardé silencio. Otro día vinieron por los homosexuales, y como yo no soy homosexual, miré hacia otro lado... Hoy vinieron por mi... y ya nada puedo hacer...
“Sin ser textual, la espléndida imagen es un golpe en el rostro: el silencio es el mejor abono para el autoritarismo. Los enemigos de las libertades sólo pueden existir cuando quienes deben gritar vuelven la vista a lontananza, alzan los hombros y piensan que ése no es asunto suyo. Igual podrían estar cavando su propia tumba.
“En el ancho contexto de los avances que la libertad de expresión ha tenido, brotan de vez en vez, como chispas que buscaran combustible, hechos que a todos nos deben poner en guardia. Un reportero despedido por lanzar a la autoridad preguntas incómodas, si bien necias; una cuenta publicitaria cancelada a un canal horas de antes de la transmisión de un reportaje sobre la vida poco edificante de un dignatario de la iglesia; un edil que ordena el retiro de revistas de los puestos... o el director de la más influyente publicación de la frontera norte a quien se quiere involucrar en un asesinato ante el asombro e indignación de los ciudadanos.
“El periódico es Zeta -uno de los medios en donde semanalmente aparece esta columna- y el periodista es Jesús Blancornelas. En el más reciente intento por silenciar a este profesional de la comunicación, los habitantes de Tijuana han atestiguado cómo un brutal hecho criminal -el asesinato de dos personas- pretende ser utilizado como ariete en contra de Blancornelas y su publicación.
“El caso ha tenido amplio eco en la prensa nacional e internacional, por el olor a censura e intento de reprimir la libertad de expresión que tiene el asunto, pero desde mi punto de vista debiera ser analizado y discutido también por los lectores. ¿Qué hacer para alertar a ese ciudadano que, como en el poema de Niemöller, da la espalda cuando otros, embozados o no, declaran abierta la temporada de caza de periodistas? ¿Cómo hacerle comprender que esas agresiones son contra él mismo y pueden dañarlo más pronto que tarde? Los periodistas no somos policías y no podemos, ni debemos, aliviar de su responsabilidad a las autoridades encargadas de la investigación -autoridades que por cierto pertenecen a un partido que se ha pasado años denunciando la ineficacia y la corrupción en los cuerpos policiacos bajo el partido en el poder-. Lo único que podemos hacer es no renunciar a nuestro derecho a la palabra. E insistir ante usted, lector, que este asunto le concierne directamente.
“Por ejemplo el colega Joel Simon, quien en el número mayo-junio del Columbia Journalism Review, una de las más reconocidas publicaciones especializadas en medios, publica el artículo que a continuación reproduzco en sus partes centrales y que explica al lector del otro lado de la frontera los pormenores de este intento por silenciar a Zeta.
“Durante los 36 años de una carrera profesional como uno de los principales editores y periodistas de una de las ciudades más turbulentas en cuanto a noticias, J. Jesús Blancornelas ha experimentado el asesinato de un colega, la clausura de su periódico por oscuros líderes sindicales, y todas las copias de una edición periodística denunciatoria confiscadas por el gobierno.
“Pero nada podría haberlo preparado para los sucesos del 9 de abril, cuando su ex asesor legal y su ex contador fueron asesinados a la salida de un restaurante de Tijuana. Recientemente Blancornelas había demandado al contador Héctor Navarro, acusándolo de un fraude por cientos de miles de dólares. Después del homicidio la viuda de Navarro responsabilizó públicamente a Blancornelas de haber ordenado el crimen (...)
“Como el tenaz editor de uno de los periódicos más agresivos de México, Blancornelas ha hecho bastantes enemigos. Al paso de los años, mientras otros periódicos locales reproducían boletines y alimentaban el oficialismo, Zeta investigaba el narcotráfico, el tráfico de ilegales y la corrupción de las autoridades -dando incluso nombres (...)
“Las autoridades dicen que planean citar a Blancornelas para declarar pero no lo consideran un sospechoso. Dos de los periódicos que acusan del crimen a Blancornelas son propiedad de sus enemigos políticos: El Heraldo, que es de un empresario a quien Blancornelas acusa de haber ordenado la muerte de su socio y columnista de Zeta Héctor Félix, en 1988, y El Mexicano, a cargo del líder del sindicato, controlado por el gobierno, que clausuró la primera publicación de Blancornelas en 1979 (...).
“Las muertes ya han tenido un efecto profundo en la prensa mexicana. A pesar de un avance dramático en la manera en que se hace periodismo en los medios mexicanos (...) los señalamientos y recriminaciones en los diarios tijuanenses demuestran que para algunos la prensa sigue siendo un vehículo para atacar a los enemigos políticos. Y los crímenes, por sí mismos, reflejan un clima de creciente violencia que provoca miedo en mucha gente, incluyendo a los periodistas”.
Amén.
<< Home